"Los primeros acercamientos al libro"
de Graciela Cabal (fragmento)
“Tengo una anécdota. Hace varios años – Camila tenía por ese entonces dos y medio-, un día en que yo estaba contándole “Hansel y Gretel” sin cambiar una sola palabra (ni siquiera una entonación)
porque si
no se enojaba y yo tenía que volver a contarlo desde el principio, “algo” sucedió en su cabeza, porque mi nieta, que siempre me miraba la cara cuando yo leía, empezó a meterme los dedos en la
boca y después a pasar lo dedos por las letras de la página. A mí se me estrujó el corazón: Camila acababa de descubrir que el libro hablaba, y que hablaba por mi boca. ¿Acaso en ese momento
Camila también intuyó que si el libro hablaba por mi boca podría hablar por boca de ella? Creo que sí. Porque no había pasado una semana cuando sucedió lo siguiente: Camila me trae un libro para
que le lea, yo intento leerlo sin anteojos (los había perdido) y no veo. “No puedo leer sin anteojos”, le digo. (Mirada de azoramiento de Camila, que me toca los ojos y después toca las palabras
con cara de no entender.) Entonces me pongo a buscar los anteojos, con ella detrás prometiéndome que su papá me iba a comprar unos. Al final los encuentro, agarro el libro, siento a la nena en
mis rodillas y me pongo a leer: “Había una vez una princesa…”. Y me doy cuenta de que, en ese momento, a Camila le importa poco la suerte de la princesa: lo que le importa, lo que mira con
avidez, son mis anteojos. Y, claro, me los saca, intenta calzárselos ella y, con los anteojos puestos, quiere hacer hablar al libro. Después de un rato me mira desconsolada: “Yo no puedo leer”,
dice. Y desde ese día, por bastante tiempo, y pese a todas mis explicaciones, que sonaban complicadas y ridículas, Camila buscó “los anteojos de leer”.
Y voy a terminar con una historia que comenzó hace muchos, muchos años. Yo tenía diecisiete y me iniciaba como maestra en un Primero Inferior de más de cuarenta chicos. Recién salida de la
Normal, mis ideas acerca de cómo enseñar a leer y a escribir eran vagas. Sin embargo, para las vacaciones de julio, cada chico se llevó a su casa un libro de cuentos de nuestra biblioteca: todos
sabían ya leer. Y, lo más importante: todos querían leer. Durante dieciséis años fui maestra de grado y profesora de Literatura. Y así como equivoqué el camino con mis hijos, logré grandes éxitos
con mis alumnos, que salieron excelentes lectores. Cada tanto encuentro a alguno que me lo recuerda.
Y ahora el final de la historia. Hace un tiempo me llaman a mi casa por teléfono: “Señorita Graciela – me dice una voz de mujer – soy Fernanda Gutiérrez, ¿se acuerda de mí”. ¿Acordarme así, de
zopetón, de uno de los
mil alumnos que pasaron por mis manos y mi corazón? Pues sí, me acordé. De su carita de seis años, del color de su pelo, de dónde se sentaba y hasta de su letra redonda me acordé. ¿Y saben que me
contó mi alumna? Esto me contó: que ella tenía una abuela que siempre estaba triste, muy triste. ¿Abuelita, por qué estás tan triste?, le preguntaba ella. Y la abuela le contestaba que nada, que
cosas de la vida. Hasta que un día, cuando Fernanda ya era una mujer, la abuela se lo confesó: “¿Sabés que nunca aprendí ni a leer ni a escribir?, sólo firmar sé” y se lo dijo llorando. Y lloraba
mi alumna mientras me lo contaba. Y del otro lado del teléfono, también lloraba yo. Y sigue la historia: entonces mi alumna le dijo a su abuela que no llorara más, que, sin que nadie se enterara,
ella le iba a enseñar a leer y a escribir. Y le enseñó. ¿Y saben de qué se valió para enseñarle? De los cuadernos de Primero Inferior, de lo que yo le había enseñado en esos cuadernos, hacía casi
cuarenta años. Por eso me llamaba, para darme las gracias, decía. “¿Y qué pasó con la abuela? (esta historia tiene un final feliz): que aprendió a leer y a escribir. Y que desde ese día leyó y
leyó y leyó. Pero no los diarios o las revistas para señoras o las recetas de cocina…No señor: cuentos infantiles leyó, cuentos de hadas y de brujas y de enanitos: “Los que nunca nadie me contó,
lo que nunca pude leer cuando era una nena”.
Qué cosa la vida ¿no?.”
Extracto de un trabajo realizado en base a varias ponencias referidas al tema de la educación inicial. (1997-1999).-
"Las palabras"
de Gianni Rodari
Tenemos palabras para vender,
palabras para comprar,
palabras para hacer palabras.
¡ Busquemos juntos palabras para pensar!
Tenemos palabras para fingir,
palabras para lastimar,
palabras para hacer cosquillas.
¡ Busquemos juntos palabras para amar !
Tenemos palabras para llorar,
palabras para callar,
palabras para hacer ruido.
¡ Busquemos juntos palabras para amar !
Fragmento de "La historia del amor"
de Nicole Krauss

"Érase una vez un niño que amaba a una niña, y la risa de ella era como una pregunta que él quería pasar la vida contestando."
"Camino a casa"
de Jairo Buitrago & Rafael Yockteng - FCE
Poema de M. Tias en "Nosotros"
"También
las pequeñas
ventanas se
abren al
mundo entero."
"Declaración pública de amor"
de Soledad Cruz
"Amo a este hombre que cabalgo, que monto sin arreos. Montura, brida, ni siquiera estribos para el asalto. Él duda y se defiende con su profesión de inconstante. ¡Tan masculino! Teme que mi
galope impulse su estampida. Necesita garantías para el equilibrio. Es un hombre común que guarda lo extraordinario, como sus olores, en los sitios más recónditos, donde habita
el grito. Lo he vuelto a parir entre mis piernas aunque no me pertenece legalmente. Me he apoyado para ello en nuestra constitución que no reconoce diferencias entre hijos legítimos e ilegítimos.
Y he aceptado la clandestinidad para amarnos a pesar de que el partido, al cual pertenecemos los dos, está en el poder hace muchísimos años. No voy a decir por eso que nuestro amor sea ilegal.
Quienes redactan leyes y estatus, se han cuidado de contemplar el caso.
Antes de decidirme a amarlo sin condiciones, es decir, olvidando los principios del intercambio comercial, según los cuales no me conviene, pues carece de casa, cargos, auto y ni siquiera gana un
alto salario, me persiguió el odio de la mujer del hombre que constituye mi penúltimo fracaso. Eso indica que soy reincidente. Reiteración explicable porque nunca he entendido por qué las esposas
se ofenden con la otra y no con quien certificó, firma y cuño por medio, el culto único de su persona. De todas formas, porque alguna vez fui esposa, busqué todos los caminos del olvido, recorrí
la galería de mis ex amores, tomé unas burguesas vacaciones de huida, pero no tuve que consumir los tres tomos de El Capital para sorprenderme un día, declarándole de la manera más cursi que no
podía vivir sin él.
Ya dije que no es un hombre extraordinario. Le teme a su mujer. A todos les ocurre. Es el recuerdo de los cocotazos propinados por la madre y el agradecimiento porque le debe mucho. Le debe el
secreto de sus trastornos estomacales y la discreción de sus miedos ocultos. Porque este hombre que amo, siente miedo como cualquier otro ser humano. Y miente como todos. No hace promesas
vulgares, pero estimula sutilmente la ilusión de cosas que no van a suceder nunca. Es un consuelo que se da a sí mismo. Él cree firmemente que son posibles. Otro consuelo más. No tiene apuros.
¡El colmo del autoconsuelo! Está seguro de que vivirá cien años. Tal vez coquetea con la idea de morirse antes. Pero eso debió ser en su primera juventud. Hablo de un hombre de cuatro décadas de
andar, las cuales han confirmado su vocación por la bondad.
Él puede ser el hombre más bueno y generoso del planeta. Pero no le gusta que se lo exijan. En general, no le gusta que le exijan nada. Sin embargo, si no siente la presión de una pequeñísima
exigencia, tampoco está conforme.
Él no está conforme ni con él mismo. Es muy violento el debate entre su audacia y su cautela. A pesar de ello, ha tenido logros que le producen cierta satisfacción. Despojarse del izquierdismo,
por ejemplo.
No resulta original ni osado. Casi ninguno lo es ya para el amor. Busco cada mañana una nota entre las macetas de mi ventana. Una pucha de romerillo. O un africana. Él sabe que el chocolate me
desquicia. Pero nada se le ocurre. Mi puerta sigue virgen en la madrugada sin que su mano la sorprenda o la viole. Él prefiere anunciar telefónicamente sus visitas. Es toda una expresión de
modernidad que permite confirmar la ausencia de testigos. Pienso que le asusta mi vehemencia. Creyó que quería atraparlo. Ninguno lo soporta abiertamente. Tal vez alguno de mis elocuentes
mensajes le hizo recordar el peligro. Soy un caso peligroso, con antecedentes; no penales, más bien penosos. Pero atraparlo no era mi intención.
No quiero ser su amante ni su esposa. Cualquiera de las dos posiciones me resulta incómoda en nuestro momento histórico concreto. Le propuse ser su cómplice. Pero él, machista al fin, lo cambió
por secuaz. No me importó. Hace tiempo eliminé la angustia a causa de la infidelidad masculina. Es una especie de vicio prehistórico sin remedio inmediato. Creo en la fidelidad, pero en otro
sentido; cuando hayan desparecido los absurdos que hoy la justifican. No se puede ser fiel a fetiches.
Aunque Dios tiene bastante responsabilidad en todo. Recordar aquello de la costilla, el pecado femenino…no es por obra y gracia del Espíritu Santo que los hombres no pueden resistirse ante unas
abundantes nalgas de producción nacional. Observé que con las feas no funciona el papel del hombre. Estoy segura que a causa de no haber sido favorita de la naturaleza a la hora de precisar mi
dote femenina, me afilié en seguida a la idea de Marx (Manuscritos económicos y filosóficos, 1848) de que toda relación del hombre con el mundo, incluyendo con la mujer, debe ser humana.
Como se aprecia, he estudiado profundamente el problema. La conclusión fue tratar con mucha consideración a mis iguales diferentes de la especie, a quienes la evolución sociohistórica del
matriarcado por acá, potenció la animalidad. Ellos en realidad son tan desdichados como nosotras. Víctimas-victimarios del proceso de alejamiento entre las dos mitades del mismo ser. Claro que lo
tomaron a la ligera y se han divertido más, pero no han sido más felices La evidencia es su vicio de infieles. Como no saben satisfacer a una mujer, deciden dejar insatisfechas a dos. Abogo por
contribuir a humanizarlos.
Mi comprensión de tales fenómenos condiciona la búsqueda de un encuentro cercano con este hombre que amo. Para colmo, poeta. Pero antes quiero despojarme de los condicionamientos
biohistóricofemeninos que también contribuyen a embrollar a situación para llegar al amor sin consideraciones que no sean de amor. Es algo que debo conseguir para trascender a mi
abuela. Quiero amar sin firmar contrato, sin la amenaza de los bienes gananciales, sin que me agradezcan los años de amor que he brindado, sin los ruegos amenazantes ¡tan femeninos! de lo que he
aportado a su realización individual y lo mucho que sufrirán los niños.
Sucede que este hombre que amo, tiene la puñetera virtud de parecerse mucho al que espero para el ensayo. No digo que sea exactamente igual. Puede suceder al final que no se parezcan en nada. Esa
prostituta que es la esperanza suele vestir de caballero andante a cualquier espantapájaros. Si eso ocurriera, no se lo confesaría nunca para no alterar su seguridad en sí mismo. Creo, sin
embargo, en el riesgo de su grandeza y de su alma que, sospecho, no ha sido entregada todavía. En nuestra época no hay tiempo para tales donaciones. Estamos muy ocupados en realizarnos
socialmente. Si yo lograra conquistarle el alma, entonces a él no le apenaría ser visto por mí en las horas críticas del baño; ni tartamudearía cuando me lee los poemas que escribió para otra y
vendría a verme aunque no estuviera dispuesto a la viril erección porque está cansado.
Ignora que amo su noble cansancio tras la vigilia por la felicidad de todos en mi país. Dije que este hombre guarda lo extraordinario, como sus olores, en los sitios más recónditos. Lo cual no lo
exime de ser vanidoso. Está seguro de que es masculinamente encantador. Y hay tanta puerilidad en ello que me conmueve. Es tan tonto que se enoja si le insinúo que se está poniendo viejo. Y tan
sensible que se le aguan los ojos contando lo indefenso que han vuelto los años a su padre. Nunca le hago preguntas. Las abolí todas. ¿Quién tiene derecho a cuestionar la mitad de una vida cuando
una ha llegado a ella en el último viaje y por lista de espera? En fin, no necesito un hombre para que me represente ni me deje una pensión cuando muera. Con todo eso puedo. Hasta con las broncas
en defensa de la legalidad socialista o la insensibilidad de los funcionarios. Cuando él llegó, estaba afianzada mi vocación comunista, pero es tan reconfortante que comprenda y comparta mis
angustias del período de tránsito…
Como sentencian mis amigas, es egoísta para el amor como todos los de su sexo; pero a diferencia de los más recalcitrantes del género, que no están en fase de extinción, es tierno, tímidamente
tierno. Tanto que, a fuerza de esconderla, la ternura ha inundado los límites de su tristeza, para colorearlo de tristura. Descubrimiento que me mató una noche de diciembre. Desde entonces,
ocasiona orgasmo en mi alma. Y una encuentra con relativa felicidad quien los produzca en otros parajes, pero allí ¡Dios! En ese abismo irrecorrible de una misma, sólo quien habite la mitad vacía
del cielo. Posee, además, el secreto de la lluvia. Basta su voz para que se desate el aguacero. Y me ha devuelto el susto. Ese frío que atraviesa el estómago como un cuchillo, conocido en la
montaña rusa de la infancia, y la primera vez que una mano varón apretó la mía.
Cierto que muchas veces he tratado de deshacer el lazo. No estoy dispuesta a participar voluntariamente en la moderna poligamia.
En una de sus visitas a la guerra, lo declaré formalmente sustituido.
Pero regresó con un poema de amor. Si un hombre regresa de la guerra con un poema de amor es como para rendirle un homenaje de mariscal victorioso en campaña. Volví a declararme vencida y saludé
el modo macho con que resiste la tentación de mis demonios. ¿Qué Ochún me favorece y a estas horas estoy contigo? Respondió casi con alegría. No estoy segura, sin embargo, de que pueda
corresponderme con la misma intensidad. No es un problema valitivo. Lo lamento por él y el mundo.
Si me amara como lo amo, tendríamos fuerza suficientes para evitar la guerra atómica y garantizar la paz universal.
Por eso no justifico este amor clandestino, no imposible, pues existe, con la desproporción poblacional de La Habana, donde resido, favorable a los hombres, ni con los traumas de la niñez, la
soledad, con quien me entiendo perfectamente. No quiero que crean que estoy pidiendo permiso para ser feliz. Derecho constitucional que tengo. Es que me han dicho tantas
veces desde que nací, que un amor así, a puro amor, no es posible, que sentirlo me parece una noticia digna de recorrer el planeta, igual que si de pronto anunciaran que Reagan murió de un
infarto. Al margen de que es un placer informar a los mediocres y timoratos, sin consultar a las personas honestas, de tales acontecimientos finiseculares.
No soy responsable de que las formas provistas por el adorable Engels en “La familia, la propiedad privada y el Estado” desde el siglo pasado, por cierto, hayan penetrado en mi conciencia. Si
estoy al borde del comunismo en el amor, el caso debe ser analizado, en última instancia, como un salto, como una expresión del desarrollo del socialismo en Cuba. Pero no todas las personas
evolucionan al mismo ritmo en la sociedad. Estoy dispuesta a evitar sufrimientos a terceras, cuartas y hasta quintas partes involucradas en el asunto. Él es un ser muy amado y yo únicamente su
secuaz. También quiero a las personas que lo aman y quienes ama él; son como parientes por parte del amor. No se engañe nadie pensando que confieso impúdicamente mi vocación de cornuda. Quien lo
piense no ha entendido nada. Es que supe desde temprano que no se expenden certificados de propiedad de los sueños.
Sé que me van a acusar de provocadora. De no seguir la línea en relación con el ciudadano de la familia. Mis enemigos – y enemigas – comentarán gozosos: “Ella siempre tuvo tendencias
anarquistas”; los otros dirán simplemente ¡Qué puta! Y no faltará quien se queje a mi núcleo; pero andan errados. Coincido que la familia es la célula básica de la sociedad. El amor tiene que ser
la célula básica de la sociedad. Si la familia que no reúne este requisito está en crisis, me parece otro índice de desarrollo, pues empezamos a dejar atrás la hipocresía del matrimonio burgués.
Quiere decir que la revolución revoluciona en casa.
Es verdad que estos son tiempos difíciles. Tiempos duros. Mi amor lo sabe y lo sobrepasa sin pedir comprensión, como el héroe anónimo no reclama medalla en la victoria. Si este amor muriera por
desamor de su mitad correspondiente, auguro grandes cataclismos, pero que nadie se atreva a hablar de derrota. La victoria de este amor está conseguida. En su existencia. Su desprendimiento. Su
valentía a prueba de los designios guerreristas del enemigo, los prejuicios de los amigos de clase y las vacilaciones del amado, quien se escandalizará de esta declaración pública, porque presume
de ser un hombre cuerdo, mesurado, pero enérgico, aunque está un poco gordo.”
The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore (2011)
"Carta abierta a mi futura ex-mujer"
de Dalmiro Sáenz
Querida Vos:
Toda mujer es la futura ex mujer de alguien.
La cara que estás poniendo al leer esa frase es la mejor contestación que puede tener esta carta, porque esa cara tuya la tengo que crear yo en mi imaginación y obligarme a crearte
una
nueva cara cada vez que pienso en Vos, es la causa y la consecuencia de esta carta.
¿Cómo sos Vos? Hasta hace un instante eras un perfil inclinado sobre la frase anterior, y más adelante vas a ser otro perfil sobre la próxima frase, todavía no sé cuál va a ser esa frase ni cuál
va a ser ese perfil pero sé que memorizar cosas que todavía no han sucedido es un poco hacerlas suceder.
Mirá esta carta abierta por ejemplo, ¿por qué creés que le puse ese título? ¿Será por que quiero que Vos y yo estemos conscientes de que tarde o temprano vas a ser mi ex mujer?
Si. Creo que si. Probablemente el pensar que nuestra pareja es perecedera me es importante. No quiero acostumbrarme a Vos. No quiero que te acostumbres a mí. No quiero que nos acostumbremos a
nuestra pareja.
En este momento te estoy escribiendo sentado en la mesa de un bar. Frente a mí hay una pareja con un chico, probablemente están casados. Porque los dos se miran cuando se hablan pero no se miran
las miradas, están acostumbrados el uno al otro, han perdido el asombro, parecen condenados a matrimonio perpetuo. Presumo que de novios han sido felices, presumo que ahora no se cuestionan
demasiado si son o no felices porque han sido condicionados a aceptar las reglas del juego de la inercia.
Son casados. Han llegado a algún punto de sus vidas, probablemente están pagando las cuotas de un auto o un departamento y probablemente han depositado sus sueños en una serie de metas
materiales. No se aburren todavía, pero tampoco se deben divertir. Si recién se conociesen o si fuesen amantes clandestinos todo sería distinto. Si en este momento entrase un hombre, ella apenas
lo miraría o lo miraría con una intensidad dependiente de su código no de sus ganas de mirar y ser mirada. Si en este momento entrara una mujer pasaría con él otro tanto, sólo esta noche o mañana
a la mañana o mañana a la noche o quién sabe cuándo, en mitad, al principio o al final de una acostada, esas miradas o esas no miradas, tal vez tengan alguna gravitación en la líbido de la
pareja.
Desde donde yo estoy sentado veo en este momento la nuca de ella y parte de una linda espalda y pienso en cómo será ella esta noche o mañana a la mañana o mañana a la noche, pienso en ella a
quien casi no he visto a la cara y probablemente no veré jamás.
Y esta noche (no mañana a la mañana y mucho menos, mañana a la noche) cuando Vos y yo estemos acostados, la nuca y la espalda tuya estarán enriquecidas por esa otra nuca y esa otra espalda y
(conociendo tu lindísima morbosidad) por esa lindísima cola que Vos suponés que ella posee.
Pero ahora que la pareja se ha retirado y yo, mi cuaderno y mi birome seguimos aquí, me doy cuenta de que junto con el aporte sexual la pareja ésta me ha dejado un negativo aporte sentimental.
Algún día tal vez Vos y yo seremos así y yo no pensaré que Vos podés ser mi futura ex mujer, porque las características de esas parejas muertas en vida es negar la vida de la muerte. Ese día ni
siquiera nos odiaremos porque si lo contrario el amor no es el odio sino la indiferencia, nosotros seremos indiferentes a nuestra indiferencia.
Me gustaría que en este momento aparecieses y leyeses esto y me dijeras: “No seas boludo, esto no va a pasar, tachá eso y de paso tachála a esa de la nuca y de la espalda…”, pero Vos no vas a
aparecer nada porque a esta hora estás no sé dónde y yo me voy a quedar con el pensamiento de nosotros dos hecho costumbre de nosotros mismos.
Muy tuyo no aparecer cuando debés hacerlo y también muy tuyo hacerme sentir como si el peligro de que te conviertas en mi futura ex mujer no existiese a pesar de saber perfectamente que pocas
personas reúnen tantas condiciones inherentes al cargo como Vos, Probablemente por eso te quiero tanto.
Y nosotros ¿qué somos?
El hecho de que desde que te conozco he reiterado constantemente mis seguridades de jamás caer en la prostitución matrimonial no significa que no me preocupa un poco el no poder definir lo que
somos, me gustaría que existiese una palabra para poder situarnos porque no en vano he nacido en
Occidente, la patria del rótulo y de los códigos y en donde la actitud que no pueda ser rotulada y codificada en las húmedas computadoras de nuestra sociedad queda huérfana de denominación, paria
en el mundo de las ideas y desterrada por las dudas al país de la nada o de la intrascendencia.
Si la actitud insiste en sobrevivir indiferente ajena, su falta de partida de nacimiento le impedirá incluso formar parte de lo nuevo, pues lo que comúnmente se llama nuevo no es otra cosa que la
derivación más o menos rastreable de alguna inédita forma de expresar lo viejo. En otras palabras, todo aquello que no pueda expresar en palabras no existe.
En otras palabras, si queremos que aquello que no existe exista tenemos que traducirlo al viejo básico, deformarlo, comprimirlo, cercenarlo hasta dejarle en descubierto, aquellos elementos viejos
ya legalizados por las palabras que permitan aferrarlo a la implacable burocracia de nuestra memoria.
En otras palabras, cuanto mayor sea el número de palabras, mayores serán las posibilidades de que lo viejo dispondrá para convertir lo nuevo en novedosas vejeces. Y eso es terrible, carajo.
Y esa palabra carajo, ¿qué carajo hace ahí? Probablemente ni figura en el diccionario, no es más que una interjección del asombro, un sonido peyorativo admirativo e indiferente según sean las
circunstancias y el estado de ánimo del que lo dice o del que lo lee, una especie de comodín del pensamiento.
Algo es algo. No sé por qué pero algo es algo. Parecería que un comodín tuviese mucha mayor capacidad de silencio que otras palabras. La naturaleza es silencio, es silencio superpuesto sobre
otros silencios, son silencios integrando la armonía de otros silencios como los árboles mudos integran al aire callado con el sonido del viento o como la huella de un animal señala el lugar
exacto en donde el arisco silencio de una pezuña depositó un sonido en el gran silencio de la tierra. Y si se precisa el encuentro de dos silencios para engendrar un sonido, ¿no tendrá la palabra
leyes parecidas y no será que la verdadera angustia del hombre proviene de la imposibilidad de integrar su silencio a silencios ajenos, el tener que ser un repetidor de ruidos anteriores
obedeciendo a ese despotismo ilustrado que le da una forma, un tamaño, un lugar a cada una de sus palabras y pone fronteras a sus pensamientos y deja espacios libres entre los barrotes de su
celda para que la libertad no deje de ser un mito inalcanzable, un perpetuo y renovado alimento que mantenga viva la esclavitud en su memoria?
Si le quitamos la memoria a un ciego, lo liberamos de inmediato de la cárcel de sus tinieblas. Si le comunicamos a una persona la exacta fecha de su muerte la encerramos desde ese instante en el
calabozo de su espera.
Parecería que una memoria de pasado y una memoria de futuro fuesen el muro que obstruye nuestro presente, un muro de palabras alineadas en pretenciosos pensamientos y archivadas gracias a ese
alfabeto que hace muchos años inventaron los analfabetos.
A una computadora se la identifica como una velocísima idiota, porque al alimentarse de códigos no se alimenta de pensamientos sino del envase de esos pensamientos. Algo parecido está sucediendo
con el hombre, los conocimientos predigeridos con que se atiborra son los códigos de nuestra velocísima e idiota civilización.
Una civilización asustada huye de la cultura para refugiarse en la erudición porque los conocimientos se han convertido en una de las principales drogas contra el pánico. Se vive para y por los
conocimientos hasta el extremo de que la mayor parte de la humanidad subsiste de la venta de conocimientos. La materia gris está desplazando a la materia prima.
La bola de nieve avanza velozmente, el hombre-dueño de un instrumento y entrenado en su uso, basa su autoestima en su destreza para manejarlo, y el instrumento como todo instrumento cincela al
instrumentador, y la familia, la empresa, los gobiernos dedican toda su energía no sólo en repetir sino en enseñar a repetir. Algo así como lo que sucede con las Academias de Corte y Confección
cuyas alumnas se inscriben para aprender a instalar a su vez su propia Academia de Corte y Confección.
Toda domesticación se basa en el miedo y en el estímulo, el animal que baila en un circo aprende a separar sus patas del suelo con golpes de calor o electricidad que le transmite la superficie
sobre la que se entrena. Mientras dura su preparación recibe alicientes, después de su entrenamiento y cuando
la docilidad es total no necesita ni el dolor ni el placer para repetir los movimientos sino, simplemente, del símbolo de ese dolor y de ese placer que puede ser la música, el chasquido de un
látigo o la voz del domador.
El animal probablemente no recuerda del todo el golpe de calor o electricidad o el estímulo posterior pero sí sus símbolos. Otro tanto sucede con el hombre, las fuentes de su docilidad y de su
miedo, podrían más o menos detectarse después de un intensivo psicoanálisis, pero son los símbolos de esa docilidad y de ese miedo los que su memoria ha codificado y es ese código el nuevo
alfabeto de nuestra mediocridad.
Hace un tiempo fui a comer a lo de Escardó y Eva Giberti. La casa tan personal como sus dueños tenía una gran cantidad de objetos y adornos extrañamente atractivos, muchos de ellos eran frágiles
y delicados y estaban colocados formando una agradabilísima armonía.
En eso irrumpió en el living la hija de los dueños de casa, era rubia de unos cinco o seis años, preciosa, liviana, silvestre como un animalito, con una vitalidad y una gracia absolutamente fuera
de lo común. No nos hizo mucho caso pero nunca podré sacarme de mi cabeza el recuerdo de esa chiquita corriendo entre porcelanas, lámparas y jarrones sin voltear ni un solo objeto sin chocar
contra nada, quebrando su cintura, arqueando su cuerpo, trepando por respaldos de sillones sin el menor vértigo con la misma naturalidad con que una cabrita podría retozar en su paisaje. Tenía
gracia, armonía, equilibrio, una exacta noción de la distancia, era un torbellino de encanto con los pies descalzos. Cuando se cansó de jugar se quitó el vestido y se quedó sentada desnuda en el
medio de la alfombra.
Tuve la sensación de estar en presencia de algo nuevo, no profanado, un ser sin el código de los mayores, sin miedos inculcados, sin pudores ni vergüenzas, un ser todavía no contaminado por los:
“hay que” o los “nunca” o los “siempre”, sin los miedos, los desquites y las frustraciones de los otros.
Ha pasado más de un año, probablemente esa chica está por empezar el colegio, ya alguna maestra debe estar acechando en algún lado, ya el mundo de la inercia estará tratando de domesticar sus
movimientos o atrapar su música como lo estoy haciendo yo en este momento al inmovilizar su tiempo en la letra impresa de este libro.
¿No estará ahí el peligro? ¿No será que mi intención de apoderarme de la magia de esa chiquita y tratar de nutrir con ella algún indigente sector de mi sensibilidad sea falsa, o tal vez no falsa
del todo pero lo que realmente esté intentando es extraer de ella algún tipo de fórmula para apuntalar mis ideas, o sea que, siguiendo la inercia de mi tiempo esté tratando de darle una
funcionalidad, esté tratando de codificar precisamente este fundamental antídoto contra la codificación que es el arte de convertir nuestra propia vida en un arte?
Cuando la pareja deja de construirse a sí misma para construir su envase no se está profanando, se está acostumbrando a ser profanada, se está doblegando.
Una ley cuya esencia es la muerte de sus postulados no bien nacen es inapelable, porque va quemando sus propias naves a medida que avanza. Las leyes de la vida son inapelables, de ahí la grandeza
de los hombres que luchan por la vida de la vida y se resisten a dejar que la vida se convierta en la repetición de actos muertos, de ahí la grandeza de los que no viven de memoria, de ahí la
grandeza de tu cara al ser capaz de tener infinitas expresiones en mi imaginación cuando te pienso leyendo la frase: “Toda mujer es la futura ex mujer de alguien.”
Si vivir de memoria es un crimen, querer de memoria es un crimen mucho mayor. Curiosamente, o nada curiosamente, un mundo empeñado en codificar hasta los procesos de su codificación parece haber
encontrado una vez más en el arte el anticuerpo que lo salva, y esta vez es el arte de amar el
elegido.
El arte es rebeldía, es revolución, es subversión contra la jerarquía de los valores, es el descubrimiento de uno mismo en los demás, es al igual que el amor la aventura del sentimiento.
El arte de amar es algo así como el arte del arte, es la integración con aquello que queremos, es ser causa y consecuencia de una situación fundamental. No es por nada que el mundo del intelecto
lo combate, no es porque sí que las religiones, los gobiernos, el sistema, las estructuras, la moral, la familia, preparan a las mujeres para el matrimonio y no para el amor.
La propiedad es hija del miedo, nadie cerca, alambra, limita o escritura algo que no teme perder, pero al mismo tiempo nada se pierde tan fácilmente como las cosas que poseemos.
Poseer es una forma de codificar, porque el mundo del consumo ha entrenado al hombre a vivir entre mediocres sueltos y olvidadas realidades.
El placer del pequeño burgués a comprar el primer Citroën nunca podrá ser superado por el tercer Mercedes Benz adquirido después de sucesivos cambios de autos de status.
La posesión es el pasaporte de la costumbre convierte en semiinvisible, después de un tiempo, al objeto poseído.
El amor posesivo no escapa de este código y es por eso que si buscamos alrededor de nosotros algún matrimonio todavía dueña del asombro, sólo lo encontraremos en alguna que otra pareja de recién
casados.
Curiosamente, o nada curiosamente, agudos pensadores han caído también en nuestra trampa codificadora y con total seguridad aplican al amor las leyes del desgaste y consideran que el amor pasión,
el enamoramiento, el metejón o lo que sea, está condenado después de cierto tiempo a desaparecer.
No me gusta pensar en tu cara en este momento y menos me gustaría escuchar tus palabras:
-¿Y no es así?
No, no es así y si fuese así tampoco sería así o tampoco tendríamos derecho a aceptar que fuese así.
Que Picasso a los noventa años pudo mantener el fuego sagrado de su arte parece lógico, pero que una pareja normal pueda ejercer toda una vida el arte de amar parece imposible.
Ser feliz es un problema de coraje. Es imposible ser feliz prescindiendo del amor. El hombre tiene miedo al amor porque tiene miedo de ser él mismo. Ser feliz es un problema de coraje.
Admito que no es fácil tener coraje, pero lo que no admito es que una pareja por lo menos no lo intente. No puede ser que el código competitivo en que hemos sido entrenados nos haya inculcado
tanto miedo al fracaso que ni siquiera se intente el triunfo.
¿Sabés lo que pasa?
Entrenar nuestra incapacidad es una de las grandes preocupaciones de la civilización occidental.
Nada se deja de lado en defensa de la sumisión, se profana el arte pretendiendo que crear es abandonar la realidad y lanzarnos a volar por los cielos inofensivos de la fantasía, cuando el arte es
precisamente lo contrario, el arte es abandonar el vuelo bajo y mediocre de nuestros cotidianos sueños artificiales y poner los pies en la realidad. Se encierra al amor en los preconceptos porque
saben que el amor es el mayor antídoto contra el miedo. Se utilizan palabras como responsabilidad, deber, principios, progresos, modos de vida, se colocan en manos de los chicos juguetes en donde
ya están estipulados los futuros movimientos, se atiborra a los estudiantes de respuestas a preguntas que jamás se formularon, para evitarles la duda, porque saben muy bien que la fe está en el
que duda.
Un rebelde es un hombre que se subleva ante el cotidiano asesinato del amor en cualquiera de sus formas, un rebelde es alguien que se niega a ser empujado pro la moral de su época porque sabe que
la moral no es más que la ciencia de las costumbres y cuando una costumbre se convierte en repetición es como badajo de una campana anunciando una muerte, porque así como en la naturaleza todo
aquello que se detiene muere, cuando el hombre deja de crear para repetir está amontonando en cada acto repetido pequeños trozos de su muerte.
-Maestro-dijo el hombre joven-, soy hijo de un samurai y mi padre me ha dicho que sois el mejor maestro de armas del Japón.
-Lo soy- dijo el hombre viejo.
-Maestro, traigo una bolsa de monedas para pagar tus servicios, quiero que me enseñes el arte de la esgrima.
El hombre viejo guardó la
bolsa entre sus harapos y se introdujo en su pobrísima choza, luego volvió a salir para señalar un montón de leña.
El alumno interpretó que debía recogerla y cuando se dio vuelta para hacerlo el maestro lo derribó con un fuertísimo golpe de bastón sobre su cabeza.
Cuando el alumno despertó palpó incrédulo la sangre ya seca de su cara y entonces el maestro lo volvió a golpear esta vez sobre las costillas.
Desde el suelo el alumno aterrado contempló al viejo y pensó: “Estoy en manos de un loco que me matará si no cumplo sus deseos”. Durante ese día y los días siguientes el hombre viejo lo obligó a
trabajar constantemente castigándolo sin el menor motivo; el terror obligó al alumno a bombear agua, cortar leña, alimentar el ganado y el único pago que recibió fue una mayor cantidad de
golpes.
Durante días y días todo fue igual, hasta que un día el hombre joven consideró que había llegado al límite de su aguante y se animó a decir:
-Maestro, yo he pagado para que me enseñéis el arte de la esgrima, ya han pasado varios meses y todavía no comenzamos las clases.
Por toda contestación recibió una mayor cantidad de golpes de lo acostumbrado, quedando desmayado varias horas en el suelo de la choza.
Cuando despertó vio a su maestro en cuclillas junto al fuego revolviendo con una cuchara la escasa comida de la olla.
Tomó el alumno un fierro y sigilosamente se acercó por detrás, levantó el fierro y lo descargó con todas sus fuerzas sobre la cabeza del maestro.
Cuenta la leyenda que el maestro sin darse vuelta paró el golpe con la tapa de la olla, luego se puso lentamente de pie, juntó ambas manos a sus costados e inclinó su cuerpo con respeto saludando
a su alumno que había encontrado su propia rebeldía.
La pareja actual parece estar encontrando su propia rebeldía.
Te acordás cuando yo en mitad de alguna acostada te decía que eras un O.S.N.I. (Objeto Sexual No Identificado) y Vos te reías a mí me parecía que tu risa era la risa de todas las mujeres de la
tierra.
Cuando uno está muy caliente se pierde la identificación, nosotros en ese momento éramos un hombre y una mujer absolutamente liberados de nuestros códigos particulares ejerciendo el amor sin
ninguna traba, sin competencia, sin espíritu posesivo, dueños ambos de un placer que nuestras pieles respectivas engendraban, porque igual que en el karate (“no hay que pegar el golpe, hay que
ser el golpe”) nosotros no hacíamos las caricias, nosotros éramos las caricias.
Ninguno de los dos podía sentirse dueño del placer porque el placer era como un hijo, como algo propio y ajeno, como algo que surgía de nuestras ganas de provocar y recibir placer, algo que no
podía existir sin la presencia de otro algo, pero ninguno de los algos era dueño del otro algo sino que se integraban el uno con el otro.
Que lógico resulta mirar el acto sexual como una forma de lucha en donde dos contrincantes abrazados uno contra otro luchan para conseguir la victoria de ambos.
Me siento un poco idiota diciéndote que Vos misma me has enseñado y que el más novato cinturón blanco de judo sabe de memoria: en el judo el contrincante es y no es un contrincante, el que avanza
en el camino del judo lucha contra un adversario porque sabe que la vida es lucha, pero el fin no es vencer a ese adversario, el fin es vencer y ser vencido por uno mismo y cuando tratamos de
descolocarlo aplicando nuestra energía en alguna parte de su cuerpo somos conscientes de que nuestra energía existe gracias a su energía aplicada en sentido contrario a la nuestra, y que cuando
uno de los dos sale proyectado por el aire, proyectar o ser proyectado resultan una misma cosa.
Y en esta elementalidad está el secreto de la pareja que pretende perdurar por encima de los códigos del desgaste. Vuelvo a insistir. Si el fuego sagrado en las demás artes se mantiene encendido
en el artista durante toda una vida, ¿cómo no vamos a conseguir lo mismo en el arte de amar? Lo que pasa es que el artista cuando crea una obra está creándola para proyectar y proyectarse no en
una sola persona sino en toda una humanidad, y eso le mantiene encendidas todas sus propias facetas humanas y así como en todo ser existe todo el universo, el artista necesita hablarle a todo su
universo para poder sentirse realmente que es.
¿Seguís leyendo pedazo de O.S.N.I.? ¿Estás todavía ahí?
Curiosamente o nada curiosamente esta carta abierta tiene mucho de acostada.
Te estoy escribiendo a Vos, pero al mismo tiempo le estoy escribiendo a un montón de otras mujeres o sea que le estoy escribiendo a ese montón de mujeres que hay en Vos, que a su vez despiertan
ese montón de otros hombres que hay en mí. Evidentemente todas las cartas y todas las camas del mundo son redondas.
¿Y si usufructuáramos un poco las armas del enemigo? A ver qué pasa.
Ellos inventaron la palabra escrita como un instrumento transmisor de pensamientos, probablemente nunca pensaron que esas palabras guardadas en los archivos escritos de la erudición estaban
siendo substraídas de la cultura oral de la memoria. Pero el hecho fue que ese instrumento empezó a cincelar a sus instrumentadores. Bueno, así como el cultor del Zen considera a las artes
marciales como un instrumento de la vida, consideremos al sexo como un instrumento del amor y dejemos que ese instrumento cincele a sus instrumentadores, o sea, la pareja.
Tomemos una de las características más lindas del sexo que es el ahora y el acá. Durante el acto sexual ambos miembros de una pareja están compartiendo el mismo ahora y el mismo acá. Ambos han
colaborado en ello, ambos han creado las condiciones y son los responsables del micro-clima de sus cuerpos, ambos son protagonistas y testigos del placer, ambos son conscientes de estar gozando
de una especial distinta y transitoria felicidad, ambos sienten avidez de placer pero no angustia, porque cuando el ayer y el mañana están neutralizados, el hoy resplandece con luz
propia.
Coloquemos ese ahora y ese acá en la vida de una pareja.
Vivir todos los actos de la pareja inspirados en nuestro comportamiento sexual, ¿no será una solución? No tengo la menor idea, pero podría ser. Sin avidez de futuro, sin nostalgia ni
resentimiento de pasado, sin miedo de presente, vivir, simplemente vivir cada instante como se vive el sexo, paladeando los pensamientos, gozando las actitudes, atentos a los gestos y las
palabras, estando con la otra persona, pero estando, realmente estando, conscientes de que el hecho de estar con alguien es una de las más apasionantes de las posibilidades.
Fromm dice: “El nacimiento no es un acto es un proceso. El objetivo de la vida es nacer plenamente pero la tragedia consiste en que la mayor parte de nosotros muere sin haber nacido
verdaderamente. Vivir es nacer a cada instante. La muerte se produce cuando se cesa de nacer. Fisiológicamente nuestro sistema celular se halla en estado de crecimiento contínuo, pero
psicológicamente la mayor parte de nosotros cesa de nacer en cierto momento”.
Con la pareja sucede otro tanto, la pareja que deja de nacer todos los días deja de renovar sus células y repite su muerte hasta el final de su vida.
Una vez ví en Londres a dos marineros comiendo juntos, uno era noruego y el otro era chino.
El noruego comía cada bocado pensando en el siguiente, el chino comía cada bocado pensando en el bocado que comía, yo que los miraba y también comía no pensaba en ninguno de mis bocados, pensaba
que para el noruego el último bocado no iba a existir, porque ya en el plato no iba a estar ese inmediato y concreto futuro para ensartar con su tenedor. Sólo el chino había saboreado
íntegramente el presente y al terminar pareció estar listo para gozar su próximo presente.
La sabiduría sexual que parece ser tan eficaz para administrar las dosis de pasado y de futuro, es probablemente una de las más grandes rebeldías del espíritu del hombre contra la propia
naturaleza de su especie.
El sexo en algún momento de su evolución dejó de ser un simple sebo biológico de perpetuación, que las hembras podían ejercer una vez al año, y se incorporó a la vida total del ser humano. Fue la
primera gran victoria feminista.
Mientras la mujer fue un elemento simplemente reproductor, el ideal de belleza femenino se mantuvo dentro de una exuberancia de pechos y caderas que luego se fue espigando sobre su nueva
funcionabilidad.
El hombre nuevo surgía de la mujer nueva y la mujer nueva dueña de un cuerpo y una cara extremadamente adecuada para el amor, caminó sabiamente detrás de su propia forma. El cuerpo de la mujer,
causa y efecto al mismo tiempo, cinceló y fue cincelado pro los nuevos ahoras y los distintos acá.
Miráte Vos por ejemplo, mirá tu ahora y tu acá mientras lees esta carta, dependés tanto de la frase siguiente como el marinero noruego dependía de su próximo bocado. Cuando nos acostamos te
parecés al chino. Miráme a mí por ejemplo, cuando nos acostamos también me parezco al chino y ahora mientras te escribo, debería también parecerme al chino, debería mirar mi pensamiento sobre el
papel, debería pensar que estoy pensando, debería paladear la aventura del pensamiento, el placer de integrar mi pensamiento con tu pensamiento y dejar que la mente se deslice sobre las
pieles.
Si nos fijamos un poco, el sexo tiene un lenguaje parecido al enamoramiento.
Dos personas enamoradas aun cuando no estén ejerciendo el sexo están viviendo como si sus vidas fuesen una gran acostada. Viven su ahora y su acá y están conscientes de vivirlo, incluso sin
saberlo se están sublevando contra la versión oficial sobre la muerte del asombro, aunque intelectualmente la acepten, sus actos desmienten esa aceptación al neutralizar los pasados y futuros
predigeridos por los otros.
¿Sabés lo que es el satori para un karateca o para un zenista?
No, ya sé que no lo sabés pero me da fiaca explicarlo así que transcribo palabras de Suzuki:
“El satori es el destello repentino en la conciencia de una nueva verdad. Es una especie de catástrofe mental que ocurre
después de acumular contenidos intelectuales y demostrativos. Cuando esta acumulación llega al límite de la estabilidad y el edificio ha llegado a derrumbarse, un nuevo cielo se abre a nuestra
vista y el mundo aparece vestido con un ropaje nuevo que parece cubrir todas las deformidades de las falsas ilusiones.”
Satori es transformación, es vaciarse de imágenes, es liberación en cuanto que el que la vive se libera del miedo, de la inseguridad de nuestro universo mental. Pero no es la liberación en el
sentido clásico yogui, budista o taoísta pues no hacen del hombre un asceta que se ha despegado de todo lo mundano, que está como muerto en vida, que se ha desplomado en un éxtasis protector.
Todo lo contrario, aquel que ha llegado al satori se sentirá lleno de vida, de serena actividad, de espontaneidad, sencillez y entusiasmo. No tendrá esa liberación que aísla sino que estará
comunicado, pues es mucho mayor su campo de conciencia.
Alcanzar el satori es alcanzar la conciencia de existir.
Sí, de acuerdo, nosotros estamos satorizados pero dentro nuestro existe el veredicto de nuestro medio cultural, el consejo de los ancianos ha decretado que el amor pasión es perecedero, que sólo
puede subsistir la jubilación amorosa, nos entrenan para fracasar y probablemente en esta carta te estoy pidiendo auxilio.
Hay muchas parejas que solucionan el asunto no pensando y es en ese no pensamiento en que estoy pensando.
Una de las características del hombre contemporáneo es del miedo de tener miedo, desde chicos se nos entrena para eso, los mismos deportes son una especie de Italpark de la valentía, la emoción
fácil y controlable cumple con la cuota y muy poca gente ha entrenado su valor físico o mental, solamente entrenan y muy eficazmente el cómo eludir las posibilidades del miedo. Eso en el terreno
físico tendrá sus problemas pero en el terreno mental equivale a la castración de nuestras glándulas subversivas y nos convierte en sumisos eunucos del conformismo.
En la pareja negar el miedo significa aceptar el fatalismo de los viejos.
Asumirlo y vivir con él, equivale al placer del andinista haciendo cumbre bajo los cielos abiertos de su esfuerzo, consciente pero no sujeto al oscuro miedo de los abismos. Si al alpinista le
colocamos un ascensor o le hacemos un lavado de cerebro para eliminar su miedo, lo más probable es que abandone el alpinismo. Si a la pareja le quitamos la emoción de ganarse el amor todos los
días y le damos una garantía de amor vivirán esa inercia de amor parecida a lo que sienten los hijos por las madres. Tal vez hemos heredado ese amor por decreto, pero admitamos que no hemos sido
capaces de tomar su parte positiva.
La sabiduría biológica de la madre ha engendrado dentro de si, los anticuerpos para que sus hijos se defiendan de ella misma. Cuando una madre ejerce el amor en una forma asfixiantemente
posesiva, entrena, sin saberlo, en sus hijos el arma subversiva de la distancia. Ese idioma de amor-distancia que empieza a vislumbrarse desde los primeros abrazos del bebito escapándose de ella
y volviendo a las carcajadas al refugio de su cuerpo, tal vez sea el germen de un sabio idioma de revolución permanente. Dos magníficos revolucionarios, Jesucristo y el Che Guevara, vivieron
desde los extremos de sus distancias un intenso, sabio y vital amor por sus madres, al mismo tiempo, gente boludísima encierra en papel para regalos un símbolo de esos amores por decreto que la
sociedad de consumo empaqueta todos los años en el día de la madre. El amor madre-hijo es un medio, el amor de pareja es un fin, pero ambos necesitan para sobrevivir un elástico, intuitivo y
fundamental manejo de la distancia.
Vos podés ser, y de hecho lo sos, tan hincha-pelotas como una madre, pero si lo que buscamos no es “querer para” sino “querer por”, o sea que si nos buscamos querer para ser queridos sino querer
porque nos queremos, porque sabemos que el amor es la única verdadera meta de los hombres, porque somos conscientes que queriéndonos queremos al amor, entonces seguí siendo hincha-pelotas que te
queda lindísimo.
Fíjate (como hacemos tantos) en tus piernas. Es evidente la efectividad erótica de tus piernas, pero su efectividad durante una acostada depende de una distancia mental que despierta en mi
memoria el recuerdo de posiciones anteriores; la mala fe de tu pollera, la forma en que te has movido una determinada vez, tus pasos en mi imaginación, en fin, todo aquello que se introdujo en el
código mutante de mi erotismo y digo mutante porque el problema de las parejas son sus códigos no mutantes, sus códigos estáticos creados por sus sueños y detenidos en el tiempo por esa
haraganería creativa tan parecida a la muerte.
Los códigos quietos son el alfabeto de la costumbre, son la cárcel de la imaginación, son el ataúd de la creatividad. Las parejas vivas tienen códigos vivos. Cuando ambos miembros de una pareja
recién se conocen sus códigos se nutren de las pulsaciones de un asombroso asombro y a medida que se van conociendo la exploración propia y ajena se va tornando en un fascinante viaje por un
fascinante universo, que como todo universo sólo tiene los límites que le otorga la imaginación de los sentidos. Cuando los sentidos se cansan, el universo se cansa.
Para que nuestros códigos sean mutantes tenemos que ser permanentes traductores de la armonía del mundo con nuestra propia armonía en este mundo tan lleno de hombres y mujeres. Y hablando de
hombres y mujeres, hablemos ahora, un poco de la infidelidad.
Sí, O.S.N.I., si de la infidelidad.
La fidelidad en la pareja no consiste en serle fiel a una persona sino en ser fiel a la pareja.
Muy pocas parejas son fieles a la pareja, la mayoría se encierra en un cobarde pacto de no agresión. Para no ser engañadas aceptan no engañar y muchas veces lo cumplen, o creen cumplirlo
simplemente por el hecho de no compartir alguna difusa horizontalidad con alguna difusa persona que su fantasía ha seleccionado
del montón.
Donde hay amor siempre existe un poco de odio, es bastante lógico; graduar la invasión de una persona en la otra no resulta fácil y los resentimientos se van acumulando. En las parejas
convencionales esa forma de fidelidad casi siempre tiene cierta dosis de odio. No acostarse con esa tercera persona es preservarla de las leyes de consumo, es salvarla del desgaste, más todavía,
es hacer crecer a esta tercera persona con las virtudes de las que se está acusando a la segunda de no poseer. Es peor todavía, como las parejas difícilmente mueren de hambre sino de hartazgo, la
tercera persona se convierte en un símbolo de ese apetito que se va perdiendo. De esa forma se es fiel a ese mediocrismo imperante donde el capitalismo consiste en la acumulación del miedo (qué
otra cosa es el dinero) y en donde los dueños de muchos miedos necesitan mantener bien cotizada su moneda, no se perdona a las personas que tienen el coraje de ser felices.
La subversión de la felicidad es la subversión del amor y si una pareja quiere preservar a la pareja, debe sublevarla antes que nada del miedo de tener miedo. ¿Por qué hacer ese pacto de
mediocres en lugar de mirarse francamente en los ojos y decirse: “Me gustás, te quiero, quiero gustarte y ser querido, ayudáme a que cada uno de nosotros sea lo más nosotros posible?”.
Ser nosotros es ser uno mismo y uno no es una persona castrada de universo, uno quiere compartir con la otra persona el universo.
No puede ser que se simule ser ascéptico al atractivo de los demás seres humanos. Todos tenemos una necesidad ilimitada de querer y ser queridos y todos queremos concentrar al amor en una sola
persona y todos necesitamos que en esa persona esté concentrado todo el amor que necesitamos.
Pero es persona tiene que ser tan rica de universo como nuestra necesidad de universo y el universo está compuesto de infinitos universos y en este momento, mientras leés esta carta, te estoy
imaginando con el mejor de tus universos puestos, sos un O.S.N.I. con luz propia en mi universo.
No quiero en absoluto que me seas fiel y no quiero serte fiel en absoluto, quiero, en cambio, que los dos seamos fieles a nuestra pareja.
Existe por ahí una dedicatoria de alguien que dice “A Fulano con quien tanto quise”. No dice a quien tanto quise, sino con quien tanto quise.
Todos queremos tanto y todos somos queridos, ¿cómo vamos a pretender que esas maravillosas fuentes de vida mueran ahogadas por nuestro miedo? Teilhard de Chardin dice que el único pecado del
hombre es el miedo a amar. Y Vos ¿qué decís? Si la gente fuese totalmente sincera aceptaría que a casi todos nos gusta la libertad amorosa para uno pero no para el otro.
¿Vos pensás que la libertad amorosa consiste en que nos acostemos con quien se nos da la gana?
Acertaste. Es exactamente eso. Acostarnos con quien se nos da la gana. Pero con quien se nos da la gana, no acostarnos porque se nos dio la oportunidad o por apuntalar nuestra autoestima o por
venganza o por cualquiera de esos motivos que la represión sexual ha engendrado.
Curiosamente, o nada curiosamente, las parejas que disponen de verdadera y total libertad sexual pocas veces las ejercen.
El sexo porque sí, por más fresco y agradable que sea no puede competir con el sexo de dos personas enamoradas, pero sí puede incorporarse a él porque el sexo gratuito, el sexo prefabricado, el
sexo hecho industria, el sexo de la publicidad, el sexo ambiente, el sexo que por un instante transitó por nuestra fantasía en el extremo de un gesto, en una mirada, en los suaves muslos de un
recuerdo, puede perfectamente incorporarse a nuestra propia alquimia y continuar la órbita de tus gestos, prolongar tu mirada y permanecer sobre tus muslos.
Así como en economía el hombre ya va entendiendo que él es administrador y no dueño de sus bienes, si yo realmente asumo el papel de ser un usufructuario del amor universal ejerciendo nuestro
placer sobre tu cuerpo, mi capacidad de amor no sólo será más grande sino que se enriquecerá día a día con la carga seximental del mundo en que vivimos.
Lo que llamamos celos generalmente es desconfianza, si yo no quisiera cogerme a María Cristina Calvo sería un idiota, pero no tan idiota como para no intuir perfectamente la cara que estás
poniendo al leer el nombre de María Cristina Calvo, que además de no existir, está cumpliendo funciones eminentemente literarias, pero que si existiese aportaría a tu cara la expresión que tenías
hace un momento.
Sin embargo, el hecho es que la inexistente María Cristina fue por un instante un símbolo de la alarma ante lo desconocido, y los celos que más molestan son los celos a las personas
símbolo.
Los símbolos dejan de serlo no bien aquello que simbolizaban no necesita ser codificado. Si la mayor peligrosidad de la inexistente María Cristina Calvo es el ser desconocida, la mejor forma de
neutralizarla es conocerla. Sacar a una persona de un pedestal y colocarla en una cama es bastante más fácil que lo contrario.
La sabiduría del sexo empieza por trastocar la jerarquía de los valores y en esa comunidad de dos personas que es la pareja trastocar la jerarquía de los valores es un derecho y un deber que el
arte de amar exige a cada uno de sus miembros.
Si seriamente aceptamos que el dar amor a otra persona
no implica poseer a la otra persona sino por el contrario significa darnos nosotros junto con nuestro amor, entonces estaremos aceptando un trastrueque de valores de nuestro sistema, estaremos
condenando al amor posesivo, estaremos aceptando la subversión como elemento fundamental del arte de amar.
Y, ¿qué significa no ser poseedor del objeto amado?
No poseer una cosa deseada significa mantener el apetito al usufructo de esa cosa deseada, y mientras una pareja mantenga sus apetitos estará viva y mientras Vos O.S.N.I. continúes siendo un
objeto sexual no identificado yo estaré hambriento de todo el encanto de tu persona.
Cuando se hace el amor delante de un espejo casi siempre aumenta la excitación de la pareja, el hecho de ver a la persona deseada en brazos de otra persona (porque nuestra propia imagen reflejada
nos parece desconocida) incentiva quien sabe qué misteriosa región de nuestra líbido.
Pensar en fantasías sexuales mientras se hace el amor es cada vez más común y muchas mujeres no podrían llegar al orgasmo sin hacerlo, pero en cambio vivir fantasías sexuales o mirar el reflejo
de nuestro sexo en apetitos ajenos parece asustar a un gran número de personas.
Una herencia atávica de posesión sexual ha sido encasillada dentro de un código con la misma asfixiante eficiencia con que la iglesia católica asfixió al cristianismo o el partido comunista
asfixió al marxismo. En la antigua manada el semental ejercía una posesión sobre las hembras pero esa posesión le era cuestionada permanentemente por los machos con posibilidades de reemplazarlo
y la posesión en los períodos de celo se conservaba o se ganaba incluso con el riesgo de la vida, no existía ninguna posesión por decreto ni por prejuicio ni por inercia y nadie poseía si no
estaba en condiciones de poseer.
En la actualidad las leyes del consumo convertidas en códigos del miedo han institucionalizado también el espíritu posesivo de la pareja.
Leé lo que una vez dijo Fellini: “La verdadera fidelidad es la fidelidad uno mismo. La moral masoquista pretende que uno reniegue de sí mismo para ser fiel a otra persona. Reconozco ahí el espíritu catolizante. ¡Ved a ciertos santos enamorados del sufrimiento¡ Quizá tengan justificación
¿Qué sabemos del sufrimiento ajeno? ¿Del dolor de la persona engañada? Es un dolor que se mezcla muy íntimamente con ideas falsas, el delirio de propiedad, el orgullo mal colocado, etc. De cualquier modo el error fundamental consiste en considerar el matrimonio como algo inmutable. Un verdadero matrimonio es una problemática cotidiana. Si se ve el matrimonio como un tabú que no se puede renovar, nunca se pagarán bastante caras las consecuencias de esta visión. Los encuentros ocasionales en el plano sentimental no inciden en modo alguno en la verdad de una relación. Al contrario, pueden enriquecer la unión cuando hay una verdadera fusión entre los dos seres. El verdadero matrimonio deja que crezcan espontáneamente la individualidad del hombre y la mujer y la evolución de los sentimientos. Si se han derrumbado algunas barreras es porque estaban podridas. Soy optimista. Estamos en un período de gran confusión, pero de esta confusión renacerá un aspecto cálido del ser humano y un medio mayor de descubrirse a sí mismo. La caída de los mitos da libertad. Por el momento es una libertad carnavalesca. Pero la energía pura opera en el interior y restituye al hombre una dimensión olvidada. Por supuesto es un carnaval. Tenemos las máscaras, los monstruos, una música ensordecedora, personas que caen, personas que se pierden y los moralistas gritan que es un escándalo.
La humanidad se desviste, la mokini fue un pequeño intento de guerra revolucionaria irreversible en favor del cambio, de la libertad y de la gracia de ser.
Que eso haya causado escándalo muestra hasta qué punto estamos todavía impregnados del mal incienso, hasta qué punto seguimos proyectando ideales, no de equilibrio sino de ruptura de equilibrio.
Debemos dejar de proyectar ideales, nos ocultan la realidad interior.
Debemos tratar de volver a colocar en el plano de la conciencia la inocencia de la infancia y alegría animal.”
Siempre hay algo de agradable en el deseo sexual. Todos esos señores que quieren acostarse con Vos evidentemente no quieren hacerte daño, al contrario quieren provocarte placer, quieren gozar con tu placer, pero alguien inventó este mundo en donde hay que esconderse para hacer el amor y en cambio se puede odiar a la luz del día y en este mundo está mal visto que yo no odie al que te quiera querer.
Pero no importa, si queremos destruir un sistema empecemos destruyendo los símbolos de ese sistema, porque los símbolos son como los tabúes, cuando volteamos un tabú, estamos volteando muchos tabúes y estamos afirmando que los tabúes son volteables. Yo voy a empezar por decir que no odio a lo señores esos que te quieren coger, pero tengo que admitir que, a pesar de no tener celos sexuales, tengo celos de tu amistad con ellos, del puente de afecto, de la ternura o cariño que podrías tener por alguno de ellos, y quiero que me ayudes a vencer esos celos.
El fantasma de la soledad, el miedo al cambio, la comodidad y otras cosas mantienen aparentemente vivas a parejas muertas, y esas parejas muertas deambulan por la vida, engendran hijos,
transmiten costumbres y cumplen con su misión de atroces centinelas del conformismo.
De vez en cuando algún amante ocasional rescata a algunas de estas parejas y resucita las miradas en los ojos muertos. La nueva pareja tiene entonces ocasión de elegir, entre la creatividad o la
repetición, generalmente elige la repetición y efectúa sin grandeza los mismos cambios para que todo siga igual. El sistema los ha entrenado a repetir los actos y a reemplazar una moral por otra
moral, no sea cosa que los inmorales como Vos y como yo se animen a marchar desnudos por el mundo.
Con una de esas máquinas Polaroid que revelan las fotografías en unos segundos, una pareja durante el acto sexual se divierte bastante. La excitación que provoca ver a la personas que queremos
formando parte de un cuadro erótico es la consecuencia de mirar a esa persona con ojos nuevos.
El instante que la fotografía retuvo es contemplado con los mismos ojos con que una persona desconocida podría hacerlo. El objeto amado adquiere una mayor apetitosidad, ya no es algo que
pertenece por decreto, la fotografía puede ser gozada pro cualquiera que tenga oportunidad de hacerlo y nosotros entonces nos sentimos más dueños de esa oportunidad y menos dueño de esa
persona.
Seguí leyendo O.S.N.I. que esto te va a interesar. ¿Te das cuenta lo lindo que sería un mundo en donde sólo se pudiera ser dueño de los momentos, de los instantes, de las oportunidades, del
pedazo de tiempo que nosotros hemos rescatado del tiempo y salvado del olvido? Imagínate en un mundo donde no se gozaran los objetos sino el uso de los objetos, en donde no existiera el goce de
la posesión de las cosas sino el goce de del disfrute de los momentos que engendran las cosas. Un mundo en donde no exista el miedo de perder los símbolos sino el placer de disfrutar lo
simbolizado como yo hago con tu cuerpo por ejemplo y tu cara y tu forma de mirar la vida a tus costados.
Porque es así. Tu cuerpo no es un símbolo envase de tu persona, tu cuerpo es, además, un símbolo de los futuros momentos que puedo vivir en tu persona, tu cuerpo no es el archivo de tus
anteriores momentos, tu cuerpo es una lindísima memoria de futuros momentos y es por eso que el secreto para lograr el máximo de vigencia de un cuerpo consiste en darle el máximo de posibilidades
a todos los momentos que transiten por ese cuerpo y es también por eso que los apetitos que otras personas tengan por Vos nutren también mi apetito.
Tener celos de la amistad es algo que me impresiona bastante porque creo que la relación sexual tiene mucho que ver con la amistad o mejor dicho, una pareja haciendo bien el amor se comporta de acuerdo con las leyes de la amistad. En la vida cotidiana de una pareja muchas veces la amist
Las generaciones anteriores tienen la atenuante de no haber conocido mucho la amistad entre miembros de distinto sexo, pero las parejas actuales sí la conocen, incluso conocen la diferencia entre ser compañeros y ser amigos.
Ser compañeros es compartir una inquietud, una circunstancia, un ideal, una vocación, se puede ser compañero sin ser amigo pero en cambio no se puede ser amigo sin ser compañero. En los matrimonios es muy común ver compañerismo sin amistad. Se comparte hijos, objetos, costumbres, soledades, pero no se comparten las personas, no se comparten el uno al otro, se aburren.
Dos personas amigas tienen ganas de verse, se alegran de los triunfos del otro, no compiten, se divierten, se respetan, son sinceros y fundamentalmente no son enfermizamente posesivos.
Muy a menudo, la alegría de los amantes clandestinos no es otra cosa que una amistosa relación, de ahí esa fresca y transitoria felicidad que emana de sus personas, de ahí también que gocen tanto la relación sexual aún en el caso de coger pésimamente mal, de orgasmos a destiempo, de frigideces, etc. Comparten y no compiten, son amigos.
Yo te estoy pidiendo en esta carta que me enseñes a ser amigo tuyo.
Por lo pronto tenemos un elemento bastante útil que es el estar unidos ante un enemigo común. El mundo del consumo está en contra de nosotros, la orden de aburrirnos, o de odiarnos ya ha sido dada para que pronto necesitemos compensar nuestra soledad con cualquiera de los juguetes del catálogo.
Lo interesante de la amistad es el respeto que cada uno tiene por el otro. Pensá un poco en cómo casi todos manejamos la amistad, cómo no invadimos las jurisdicciones de nuestros amigos, cómo tenemos ganas de compartir con ellos un tipo de cosas. Pensá en toda la falta de temor, de ansiedad, de culpa que existe en la amistad, pensá cómo la amistad no depende de un código cultural sino que genera sus propios códigos, por eso precisamente es que es imposible de definir.
Definir es limitar, definir es hacer un alto en el camino del desenvolvimiento o de la evolución. En la amistad como en el amor sobran las definiciones y los envases tanto de palabras como de pensamientos, y las cosas son como son, mal que le pese a los mediocres que se aterran al no poder encuadrar algo dentro de lo bueno o lo malo. Vos sabés muy bien que yo no creo en lo malo, creo en lo feo, porque nuestros pensamientos están condicionados por esa oligarquía de la mente que es la dueña de los códigos y no creo en absoluto que lo que consideramos nuestros pensamientos sean nuestros pensamientos, porque esos pensamientos son el producto del añejamiento de otros pensamientos almacenados en otras memorias.
Creo, eso si, que la esencia de la mente es básicamente pura y no creo que todos los complejos de temor, ansiedad, posesión y angustia aparezcan en el hombre en el momento de nacer y si lo hacen, la dosis no es en absoluto la que la sociedad le impondrá más tarde. Tomá por ejemplo al
Yo quiero a toda costa que en nuestra pareja lleguemos a trascender al intelecto, yo quiero vivir sabiendo que tiene que existir un estado superior a aquel que tamiza el pensamiento. Yo quiero.
No es que no respete al pensamiento o tal vez sí es que no respeto al pensamiento y además no respeto a los que respetan al pensamiento, lo que sé es que después de cierto punto es necesario profanar al intelecto, olvidarlo, liberarnos de su carga para no convertirnos en carne de estadísticas.
Mientras el intelecto se mantiene dentro de su esfera es un buen compañero de ruta, pero pobre de nosotros si lo dejamos agrandarse hasta invadir otros campos y apoderarse de ese primer factor de la sabiduría que es la intuición.
Humphrey dice: “La intuición es la luz que ilumina el intelecto, pero sin el intelecto no veríamos la luz como no podríamos ver la luz eléctrica en un portalámparas sin lámpara.”
Pero al diablo con Humphrey y con lo que estoy escribiendo, qué nos importan las causas, lo que importan son los efectos, las autopsias sólo son útiles a los que las hacen, no me des pelota a mí, ni a Humphrey porque ni él ni yo somos dueños de nuestras mentes, nuestras mentes son el producto de otras mentes que a su vez son el producto de otras mentes, lo más que pretendo es que en el caldo de cultivo de nuestra pareja crezca algo que sea nuestro y no de ellos porque nosotros somos nosotros y no somos ellos.
Si el problema de las parejas está en el archivo de la memoria no será cuestión de desvestir, no O.S.N.I., no, es una metáfora, digo desvestir costantemente nuestra mente, liberarnos de la experiencia, acordarnos de olvidar, crear una especie de antimemoria como un tercer ojo del olvido y del recuerdo, para que la mirada tuya y tu cara y tu perfil inclinado sobre esta página puedan ser tan inéditos como tu mirada y tu cara y tu perfil inclinado sobre la página anterior o la siguiente.
Y si esta antimemoria consigue neutralizar la clasificación por categorías, probablemente conseguiremos neutralizar el pensamiento racional, los conceptos verbales, las definiciones, las operaciones de la lógica, en fin, todo aquello que obliga a las parejas a hablar un idioma de apariencias y no de la verdadera esencia de las cosas. Tal vez entonces la pareja estará en condiciones de ejercer la aceptación. Aceptación no es conformismo, aceptación es descansar positivamente y prepararse realísticamente para el momento de la acción. Mediante la aceptación positiva se llega a la realidad, a vivir la auténtica vida, la objetiva. Es necesario que la pareja empiece por aceptar aquello que no puede ser cambiado, como por ejemplo, que cuando uno quiere, uno no es más uno, sino que uno es más uno gracias al otro.
Muchas veces te he dicho: si me perdés a mí, ¿quién te va a dar inseguridad?
Te lo digo muy en serio, porque veo constantemente a las parejas marchitarse buscando obsesivamente la seguridad, sin darse cuenta que lo que normalmente se llama buscar la seguridad consiste en
buscar seg
La pareja es la situación ideal para la convivencia armónica de los factores conscientes de inconscientes contenidos simultáneamente en toda manifestación humana. No se trata de hacer un esfuerzo por forzar esa armonía sino de asumir esa armonía, ese espontáneo y lúcido vivir en la pareja, estar en la pareja, en su superficie, en su profundidad, en su abierto secreto. No es ejecutar un acto de voluntad y autoimponerse la disciplina de apreciar el placer. No es cuestión de intelectualizar sino de sentimentalizar. Uno puede captar con el intelecto la atracción que ejerce una persona sobre nosotros, pero hasta que ese acto mental no se transforme en un acto emocional, hasta no ser capaces de amar esa atracción no estamos en condiciones de formar una pareja. De ahí que la pareja sea una purificadora incansable de la actividad pensante, de ahí que la pareja debe tener conciencia de sí misma, consiste en ser consciente de las impresiones recibidas por la conciencia, ser conscientes de las imágenes capturadas por la conciencia, ser consciente del resultado del juego de la conciencia.
Ser conscientes de este juego es para cada miembro de la pareja una experiencia pura y absoluta, en donde no hay un sujeto conocedor ni un objeto conocido ya que el conocedor y lo conocible están unidos en un solo estado de entendimiento.
Este estado de entendimiento contiene una asombrosa lucidez. Nuestra mente desconcertada trata de entender a este extraño entendimiento, generalmente fracasa y como de costumbre archiva este milagro en el oscuro desván de la haraganería de los sentimientos, iluminado cada tanto por esos relámpagos de verdadera plenitud.
Estos relámpagos de una nueva sabiduría vienen o no, se los puede buscar, pero por mucho tiempo están fuera de nuestro control. Sólo la gimnasia constante de esta nueva percepción naciente permitirá que ese poder, como un músculo bien entrenado, se desarrolle y cuando esto suceda la pareja estará libre de ideas fijas, de prejuicios, de pensamientos dualísticos y podrá captar libremente el esplendor de su plenitud universal. “Plenamente despierta” diría Fromm y yo también.”
Dalmiro Sáenz
"YERROS" de Andrea Palet
"Yerros:
Mi hija tiene trece años y siempre se ha interesado antes por el mundo que por sus rulos, pero ahora que estudia actualidad en el colegio sus preguntas han escalado en dificultad. Que por qué se
incendió el Hindenburg, bah, era relativamente fácil de contestar. Qué significa “ruido sordo”, también. Las razones para la extinción de los dinosaurios o incluso la condición trágica de
La miro con ganas de responderle como neoyorquina de sitcom: “It’s complicated”. En cambio le cuento, para que no crea que solo aquí ocurren barbaridades, de por ejemplo arquitectos muy pero muy famosos que fallaron en sus carísimas construcciones. El Puente del Milenio en Londres, que tuvo que cerrar a los tres días porque vibraba como juego de feria. La pasarela del aeropuerto Charles de Gaulle, que se derrumbó, futurista y todo. El Palacio de las Artes de Valencia, de Santiago Calatrava, con problemas de acústica, de visibilidad y estructurales: poquita cosa. Le cuento de la obsolescencia programada, esa brillante idea capitalista desarrollada por el diseño industrial para fabricar cosas que dejen de funcionar en un lapso que conviene a la cadena de producción.
Fue peor. Porque mi hija se pregunta ahora, al leer el diario, no por un episodio de contornos definidos, ni por los diversos matices de una palabra, ni por algún evento para el cual la ciencia tiene respuesta. No, lo que ella empieza a vislumbrar ahora es nada menos que el vasto, persistente e inabarcable océano del error humano. Pero cómo no lo vieron, por qué hacen eso que tan evidentemente está mal, por qué se volvieron a equivocar, mamá, por qué no se dieron cuenta si son expertos.
La desidia, el prejuicio, el engaño de los sentidos, la soberbia, la rapacidad, la imbecilidad y la irresponsabilidad personal o institucional –que es lo mismo pero más diluido–: estoy orgullosa, creo haber reunido todas las explicaciones. De inmediato me aterro, sin embargo. Pienso que la noción de que haya tanto adulto francamente inepto debe ser difícil de aceptar para un preadolescente. Pienso que piensa: “¡En qué manos estamos!”. Pienso que no tengo derecho a agobiarla antes de tiempo, o nunca. Y me largo con otro tipo de balbuceos, verdades frágiles, razonamientos delgados, imprecisos, sí más amables. Errar es humano, nos lo han dicho siempre. ¿Se equivocan los animales? Pues no lo sé, pero para errar hay que tener un plan, un plan que salga mal, y me parece que los animales por lo general no se manejan con carta Gantt.
En la universidad, hace mil años, en clase de radio, tuve un profesor que era presentador del noticiario central. Llegaba a la sala y empezaban los suspiros. El tipo no solo era famoso, guapo –muy–, no solo tenía una dicción impecable, un porte magnífico, sino que además era bueno, muy bueno en lo suyo. Pues bien, lo que aprendí de este profesor en el curso de radio fue lo que él llamaba “la estética del error”. Siempre había que equivocarse un poco, decía. Tartamudear levemente, vacilar, recomenzar. Aun cuando no se tuviera ninguna duda, hacer como que sí. La gente no quiere a los perfectos. Caen mal. No parecen humanos.
Sin equivocarse no hay evolución, no hay vida. “La capacidad de errar ligeramente es la verdadera maravilla de la molécula de adn”, decía en uno de sus hermosos y breves ensayos el médico y escritor Lewis Thomas. Sin este atributo tan especial, seguiríamos siendo bacterias y no existiría la música o las grandes catedrales góticas, decía. (Siempre que alguien, casi imaginando a un interlocutor extraterrestre, quiere hablar de los logros inmarcesibles de la humanidad, de su punto más alto, cita las catedrales góticas: hay un patrón aquí, le digo a la Rulos, aunque no sé para qué sirve.) Quería decir Thomas que las sucesivas mutaciones que finalmente produjeron estos seres tan curiosos que somos nosotros fueron en rigor imprevistos, accidentes, pequeños desplazamientos o torcimientos de una regularidad. Una bola, una esfera pulida, sin fisuras, es la forma perfecta, siempre igual a sí misma; pero no se mueve hasta que no pasa algo, una intervención externa, inesperada, inédita.
Mi hija me mira con cara de ajum, con cara de no pretenderás que entienda lo que estás diciendo, solo tengo trece años. “Lo verdaderamente nuevo fue siempre un error diez años atrás”, sigo, citando lo que leí en un libro de negocios y creatividad escrito, por qué no, por un dramaturgo. Quiero quitarle el miedo a la caída, al yerro. Pero me estoy haciendo un lío, no sé si quiero relativizar tanto las cosas, no tan temprano. Aquí un poco de educación formal, por favor: esa en que uno crece, aprende y madura justamente para hacer las cosas bien, para saber, para no cometer errores dolorosos y que causen daño, para no echarlo todo a perder.
Y está la confianza, nuestro mayor bien. En esta sociedad de expertos uno renuncia a saberlo todo a cambio de confiar. Teóricamente no es imposible saberlo todo, pero escogemos ignorar algunas cosas y depositar nuestra confianza en personas que sí saben lo que hacen, supuestamente. Ese acuerdo está en la base de la sociedad, y por eso no vamos vigilando al piloto del avión, no le preguntamos al psiquiatra si está en sus cabales ni revisamos las bases de los puentes antes de cruzarlos. Confiamos.
El error es movimiento, avance, cambio. También es tragedia, rabia, perplejidad: sí, diablos, se caen los aviones, los puentes, los estucados y las bolsas de valores. Se hunde el flamante Titanic (dicen que por los remaches del casco, que eran de hierro de mala calidad), el técnico del reactor nuclear se equivoca de manija, el gran cirujano corta donde no debe. Bien mirado, lo sorprendente no son las fallas sino lo bien que funcionan regularmente los sistemas humanos, tan llenos de gente imperfecta, de gente como uno. El “error cero” es una ilusión, un ideal, una moral por lo tanto, y está bueno no dejar de maravillarse cada vez que le andemos cerca. Pero, pero, pero, hija mía: no se vive dignamente si no se aspira a enderezar lo torcido. Y, al mismo tiempo, no se vive muy feliz si no confiamos. De modo que sigue preguntando. Yo, te lo prometo, me seguiré equivocando.
Andrea Palet"
Roberto Juarroz
"Quiero apostar a lo infinito.
No he completado aún mi propuesta.
Quizá no llegue nunca a completarla,
pero sé que es la única que importa.
Y tal vez eso baste:
mi apuesta se hará sola
si yo no la completo.
La acabará por mí
el soplo que he ayudado a nacer."
"Aprender a atender" - de Guillermo Jaim Etcheverry
Deambular por una ciudad castigada por una lluvia y un viento helados invita a reponer energías en algún ámbito acogedor. Esa mañana no era la excepción y buscando cálido ocio, entré en una librería, de esas que no estarán mucho tiempo más. Hojeando libros tropecé con una frase que atrajo mi atención y que se refería, precisamente, a la atención. Decía: “Lo que los estudios f
Como el debate sobre la formación de las personas se centra en qué y en cómo enseñamos – cuestiones de indudable importancia -, tal vez se nos escape que ese proceso supone algo de similar trascendencia humana: el cultivo de la capacidad de prestar atención, el ejercicio de la concentración reflexiva, del “ensimismamiento”, como diría Ortega y Gasset. El filósofo contrapuso dos estados de espíritu: el de los monos, pendientes de lo que ocurre a su alrededor, no viven de sí mismos sino del otro, “alterados”, con el de los seres humanos, quienes poseen “esa rara capacidad de entrar dentro de sí, de pensar.”
Tal vez la frase de Weil impresione porque, al sostener que “aprender es, en esencia, aprender a atender”, trae al primer plano el desarrollo de la atención. Sólo atentos al entorno, podremos volver a analizarlo críticamente. Más aún en nuestra época, cuando la actual cultura de la distracción intenta dispersarnos, alterarnos, aproximarnos a los monos del zoológico.”
Guillermo Jaim Etcheverry
"Fuera de lugar" Francisco Mouat
"La filosofía como práctica de un modo de vivir, la poesía como una estética de preguntas sin respuesta. Filosofar y poetizar la vida cotidiana y doméstica, sin mayor conciencia de estar haciéndolo, distraídamente, como algo natural al pensamiento, la conversación y el encuentro con otros, es mi mejor manera de encontrar un lugar en el mundo. Aunque quede fuera de lugar."
"La orfandad de Cenicienta" Rafael Gumucio
"Los cuentos que le cuento son para mi hija la forma de absorber, molida y en papilla, la realidad que de un solo bloque sería intragable. Así también aprendió a caminar,a comer, a hablar, zigzagueante y cuidadosa, con la humildad de quien sabe que casi todo a su alrededor es un misterio. Mi hija, como los que escribieron la Biblia, sabe que el mundo no se creó en siete días, pero sabe que esa me
Reflexión - 16.05.2012
"Desde ese día trato de recordar el poema que compartiste..", me escribió hoy, desde Buenos Aires, un espectador de una función. Han pasado cuatro meses de ese momento, hoy lo expresó pidiéndome el nombre de aquel poema. Ignoro el contexto del porqué ahora, pero me maravilla esa necesidad, me asombra la perdurabilidad de esas palabras dichas al aire y cobijadas en su sensibilidad hasta ahora, me alegra la posibilidad de haber sido útil hoy por la culpa de hace unos meses.
CARLOS ACEVEDO
INSPIRACIÓN - Wislawa Szymborska
Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo no lo sé.
Sobre el poeta - Peter Handke
"Siempre que veas a alguien que da la impresión de estar afligido, a alguien ausente, casi desventurado, piensa: tal vez es uno que anda en busca de la belleza, desde el fondo, y que de pronto empezará a resplandecer: el poeta."
“El insospechado beneficio de la lectura” - Jennifer Abate
Antes de irse de vacaciones se compró el libro que estaban promocionando en todas partes. Prometió leerlo sobre la arena, feliz de por fin “tener tiempo”. Pero es bien probable que, en pleno otoño, el libro siga ahí, todavía sin abrir. ¿La razón? A los chilenos no nos gus
Ahora, una extensa investigación británica revela que las consecuencias de esta carencia son mucho más profundas de lo que se pensaba. Porque la principal conclusión de este estudio es que la lectura es el más importante predictor del éxito profesional.
Durante dos décadas, científicos del departamento de Sociología de la Universidad de Oxford analizaron los hábitos, actividades e intereses de casi 20 mil jóvenes, en una investigación que dirigió el profesor Mark Taylor y que acaba de ser presentada ante la Asociación Sociológica Británica. Cuando tenían 16 años, los adolescentes fueron consultados sobre lo que hacían en su tiempo libre. Ahora, a los 33 años volvieron a ser entrevistados.
Y los resultados no dejaron lugar a dudas: las mujeres que a los 16 años leían libros sólo por gusto tenían 39 % de probabilidades de alcanzar un puesto gerencial. En las que habían preferido dedicarse a otras actividades en su tiempo libre durante la adolescencia, las posibilidades bajaban a 25 %. Para los hombres, que en general, en todos los países tienen más posibilidades de llegar a los puestos ejecutivos, la cifra pasa de un 48 % entre quienes no leían a los 16 años, a un 58 % entre los que si tenían el hábito lector.
Ninguna de las otras actividades extracurriculares propias de los jóvenes que fueron evaluadas junto a la lectura, como las prácticas deportivas, socializar, ir a museos, asistir regularmente al cine, a conciertos o tomar talleres, logró generar un impacto significativo en el nivel profesional que las personas alcanzarían una vez pasada la barrera de los 30 años. Es más, según Mark Taylor, la lectura tienen estos efectos beneficiosos incluso cuando se aíslan factores cruciales, como el nivel educacional de los padres o la comodidad económica de las familias. Esto concuerda con una investigación del 2002 de la OCDE, citada en un informe del Reino Unido, realizado por las investigaciones Christina Clark y Kate Tumbold, que asegura que “disfrutar de la lectura es más importante para el éxito educacional de los niños que el estatus económico de su familia”. Así de claro.
¿Por qué? En palabras de la experta en Sicología de la Educación de la U. Católica, Malva Villalón, la lectura nos sitúa en el mundo de la comprensión y el manejo del lenguaje, que es el instrumento más potente del pensamiento: “No existen procesos cognitivos separados del lenguaje, pues todas las demás operaciones y actividades se realizan gracias a éste, ya que traspasa todas las áreas: te enseña a hacer analogías y relaciones lógicas, que son útiles en todas las instancias”. Es el dominio del lenguaje el que nos permite comprender todo lo demás.
Pero esta promesa de beneficio viene aparejada de una advertencia:
tenemos que leer por gusto. De hecho, la mayoría de las investigaciones que hablan sobre las ventajas de leer libros lo hacen desde la presunción de que quien realiza esta actividad, lo hace libremente y que esta predisposición relajada es la que nos vuelve capaces de absorber naturalmente todo lo que la lectura pueda traspasarnos. En un estudio clásico del tema, llamado “La sicología de leer por placer: necesidades y gratificaciones”, el profesor Víctor Nell, de la Universidad de Sudáfrica, establece que “la lectura por placer es una forma de juego”, una forma de entretención natural que nos permite, según los especialistas, captar los contenidos, pero a la vez relacionarlos con lo placentero que nos produce una buena historia, que puede volverse neurológicamente adictiva y hacernos liberar dopamina y serotonina, ligadas a la sensación de bienestar.
Soledad Concha, doctora en educación y académica de la UDP, agrega que el “factor placer” aporta motivación por leer y comprender. Así, mientras más placer se experimente leyendo, más se leerá y más beneficios se podrían derivar de esta actividad. “Quien lee por placer está atento a la lectura, quiere entender, lo que es un factor imprescindible para la comprensión”, dice.
Y la evidencia sigue. En el informe realizado por el Fondo Nacional de Alfabetización del Reino Unido, titulado “Leer por placer”, el doctor Stephen D. Krashen, autor del libro “El poder de la lectura”, asegura que cuando los niños leen por gusto, cuando quedan atrapados en los libros, adquieren, involuntariamente y sin hacer esfuerzos conscientes, casi todas las llamadas habilidades de lenguaje. “Se volverán lectores apropiados, adquirirán un gran vocabulario, desarrollarán la habilidad de comprender y usar construcciones gramaticales complejas y desarrollarán un buen estilo de lectura. Aunque la voluntad de leer libremente, por sí misma, no asegura el logro de los más altos niveles de alfabetización, al menos asegurará un nivel aceptable. Sin ésta, sospechó que los niños ni siquiera tienen una oportunidad de alcanzarla”, agrega.
Algo muy diferente a lo que ocurre cuando se lee por obligación, malva Villalón plantea que cuando los niños leen, por ejemplo, para una prueba, lo hacen estratégicamente, buscando aquellos elementos de la historia por cuya comprensión saben que serán evaluados, de modo que no se entregan al libro, no lo disfrutan y no extraen, por tanto, todos sus beneficios. Por supuesto, terminan aburriéndose. Según el estudio “Escuela y familia: su influencia en la formación para lectores del mañana” de Fundación La Fuente, cuando se le pregunta a los niños qué es lo que menos les gusta de leer, la respuesta mayoritaria es “sentirme obligado a hacerlo”, que alcanza a un 41% de las respuestas, con un 23 % de los encuestados que dice que le disgustan los temas.
No importa cuánto
Si ya ha leído acerca de todas estas ventajas y en este momento se está lamentando por no ser un ávido lector, no se aflija tanto. Diversos especialistas consideran que se puede comenzar a formar el hábito a cualquier edad y desde ahí comenzar a beneficiarse. Más encima, el esfuerzo que tendrá que dedicarle a este proceso probablemente sea menor de lo que usted espera. Una de las principales conclusiones que plantea la investigación del sociólogo Mark Taylor es que no es tan relevante si se lee todos los dias o una pocas veces al mes: “La magnitud de los efectos (de generación de éxito en la vida laboral) no varía de acuerdo a cuánto leen los niños. Estos son semejantes en niños que leen libros más de una vez por semana y en aquellos que lo hacen sólo poco más de una vez al mes. La única diferencia, en este sentido, es entre los niños que leen y los que no leen nunca”, dice el académico, lo que lo lleva a afirmar que “no importa cuánto lo hagas, mientras lo hagas”: el éxito vendrá igual, tarde o temprano.
Por supuesto, con esto no se intenta negar los beneficios de todas las posibilidades de entretención y aprendizaje que pueda tener una persona, en el corto y largo plazo. Nadie duda de que ser exitoso depende no sólo del manejo intelectual, sino de su interrelación con otras capacidades sociales, como son las de liderazgo y socialización. De hecho, Taylor asegura que leer libros en la adolescencia es un antecedente crucial para llegar a la universidad, pero que si a eso se le agrega la participación en una actividad cultural, como tocar un instrumento o ir a los museos, esa probabilidad aumenta. Por ejemplo, en el caso de los hijos de padres que trabajan en administración o ventas, su posibilidad de entrar a la universidad pasa de un 24 % (que alcanzan quienes sólo leen libros) a un 54 % en el caso de los hombres que se comprometen con otra actividad extracurricular, una cifra que varia desde el 20 % al 48 % en las mujeres.
Sin embargo, incluso esas “habilidades blandas” pueden conseguirse a través de la lectura. Hasta ahora, se pensaba que los ávidos lectores eran una suerte de ratones de biblioteca que no se comunicaban con el mundo, mientras que los deportistas o los del club de teatro del colegio eran los populares que controlaban los recreos y de paso, todas las situaciones de vinculación social. Nada más equivocado, pues si por un aparte la lectura es una actividad que, por si misma, asegura mayor éxito laboral en la vida, por otra, también ayuda a fomentar las relaciones sociales.
Malva Villalón asegura que quienes leen más, manejan un mejor vocabulario y se sienten más seguros de los contenidos que manejan , lo que los lleva a ser personas que hablan más. “Esas personas suelen ser vistas por los otros como líderes potenciales”. Además, por lo mismo, les va mejor cuando buscan trabajo, asegura Villalón, pues “la gente que lee más, tiene más temas de los que hablar y está más familiarizada con las formas del discurso, por lo que comprende bien las instrucciones, entabla un buen diálogo, plantea puntos de vista y toma la iniciativa.”
"Elogio del eufemista" de Martín Hopenahyn
El eufemista afirma una cosa por otra sin que esto suceda realmente . Sea por pudor, tacto o cobardía: sea para suavizar, confundir o escamotear, busca burlar la dureza de lo literal o de lo cierto sin renunciar a ello. Es cierto que bordea la hipocresía, pero esta arista no tiene nada de interesante. Lo atractivo del eufemista es otra cosa: la intención y el efecto de decir una cosa por otra sin hacerlo realmente, esa manera tan especial de estar a mitad de camino entre la franqueza y la mentira, sin renunciar a la eficacia de la palabra ni a la posibilidad de evadirla. Ese ir y venir entre la vaguedad de lo dicho y el estilo para remozarlo.
Todo lo anterior no es más que un rodeo eufemístico para hablar de la vocación de eufemistas que hace largo tiempo se instaló en Chile. En política, en el trabajo, en la pareja y en el barrio este país ha sido conquistado por el eufemismo. Decir una cosa por otra es casi la única manera de decir algo. La ambigüedad potencial del lenguaje se actualiza, día a día, va de la poesía al alegato y viceversa. Un horror a lo definitivo, a lo áspero y a lo descarnado nos hace elípticos. Limar aristas es nuestra forma de comunicarnos, aunque las aristas sigan allí, disimuladas y pendientes.
Las consecuencias son de las más diversas. Enriquece y ensombra nuestro lenguaje. Nos obliga a interpretar en lugar de sólo escuchar lo que se nombra. Nos hace desconfiados, pero también agudos: imprecisos pero ingeniosos, elegantes y jabonosos. Nos incomoda el lamento inequivoco del boliviano, el grito frontal del argentino, la gramática exacta del francés, el rigor semántico del anglosajón o la introspección inapelable del alemán. Preferimos perdonarnos nuestro modo elusivo, y para eso recurrimos a nuestros eufemismos: en lugar de temerosos nos llamamos cautos, atinados en lugar de oportunistas, caballeros en lugar de cínicos. No somos ni tan civilizados, ni tan bárbaros como para sostener una franqueza sin reservas.
En el eufemismo se conjugan distintos temores que nos marcan: el temor de las familias distinguidas de ser desplazadas por los advenedizos; el temor de la clase media a ser invadida por la pobreza; el temor de los pobres a ser golpeados o humillados. El temor de los artistas a parecer obvios, de los políticos a ser extemporáneos, de los intelectuales a parecer brutos, de los amigos a quedarse sin amigos. En suma: el temor a ser invadido o a quedar excluidos.
Gracias a los eufemismos hemos producido buena y mala literatura; acuerdos políticos más frágiles de lo que creíamos; encuentros precarios y desencuentros gratuitos; amortiguadores inéditos entre empleados y gerentes y entre vendedores y clientes; justicia injusta y pacífica violencia. Nos hemos movido como peces en el agua y, como si nada pasara, también nos hemos devorado como peces en el agua. Todo esto, eufemísticamente hablando.
"El temor y la felicidad" de Sergio Peña y Lillo
Leo que la infelicidad se basa en el temor y que éste puede esquematizarse en cuatro puntos. Interesante el detenerse a pensarlo:
. La anticipación imaginaria.
. La contaminación del presente con el pasado.
. La resistencia al sufrimiento.
. El deseo y la ambición.
Resumiendo:
“La anticipación imaginaria” es la tendencia a vivir no en el presente, sino en una proyección fantást
Fragmento de "Fugaz como la noche" de Jonathan Ames
" (...) y me acosté en la cama donde dormía desde que era pequeño. Reinaba un silencio absoluto, escuché con atención y mi cuerpo era como una casa, y oí en él varias puertas que se cerraban de golpe."
¿Y ahora qué? de Oscar Hahn
Y ahora
¿qué haremos tú y yo
tomados de esa mano
que termina en un cuerpo
que no es el nuestro?
Fragmento de Yuri Pérez en "Niño feo"
"El amor es una misteriosa maldad. Dentro de sus intestinos alberga serpientes y víboras. Por eso existe gente que muere, gente que mata, gente que manda presa a otra gente, gente que se queda sin bienes materiales. Los crímenes del amor son horrorosos, pero inevitables."
Fragmentos de Claudio Bertoni
"Pocas vocaciones muchas equivocaciones."
"Yo no pienso en ti. No necesito pensar en ti. Como fuera un pijama o la cáscara de un plátano o de una manzana miro dentro de mi y estás tú."
"Bruno y yo mirando el cielo en silencio y él: "¿Quién entiende esta huevada?"
"¿Hay algo en ti que me alimenta sin darme cuenta? Mi cabeza huye de ti como una pelota que sale fuera de la cancha pero mi resto ent
"Fulano la respeta, pero los gestos en que deposita ese respeto contradictoria y desgraciadamente la insultan."
"En el garage de mi corazón hay un autito de sangre estacionado."
"Todos llevamos un vómito adentro."
Leo a Raúl Zurita, poeta, y suscribo, al trabajar cada día, su pensar y decir:
“Impulsar la dimensión cultural implica un profundo riesgo porque es el riesgo de la vida misma. Pero si hay una cosa de la que podemos estar seguro es que un pueblo comprometido consigo
mismo, es decir, con su cultura e historia, es un pueblo que si es capaz de emprender enormes cruzadas colectivas, que es capaz de emprender la gran cruzada
por la superación de la pobreza, por la equidad, por los otros sufrientes del mundo. Darle importancia a la cultura es eso: darle importancia a la solidaridad, al riesgo y al sueño. Es en
resumen, nuevamente darle importancia a un término pasado de moda y añoso: a eso que llaman alma.”
Comienza la Semana del Libro, leo a Jorge Luis Borges, sobre el libro y más escribe:
“No sé hasta dónde un libro, un cuento, puede referirse. Siempre pierde algo, salvo en el caso de textos muy breves; es decir, el libro aspira a la condición de la música, porque en la
música la forma es el fondo y el fondo es la forma. Desde luego, yo puedo contar el argumento de un libro, y no puedo contar el argumento de una melodía muy
sencilla, es decir, puedo simplemente repetirla, pero hay algo más en el libro de lo que puede ser referido, hay algo más en un libro que su índice, que su resumen: hay el libro mismo. Esto nos
lleva al misterio central de la literatura: ¿qué es la literatura? Ante todo ¡qué extraña es esa idea del hombre de querer crear otro mundo! Ya Platón se asombraba de esto, un mundo de palabras,
además del mundo de percepciones y meditaciones, de perplejidades, de angustias, de dudas. Eso ya es raro, pero además, las palabras no sólo son su sentido.”
"Las palabras no son sólo su sentido.", por eso estaremos los cuentacuentos contando historias, para acercar adeptos a los libros y "aspirar" a que en nuestra voz, la literatura sea más
"música".
Gracias , Maestro.-
"...lo pequeño que tiene infinita repercusión en lo grande...", escribía Gabriela Mistral en 1922, y tiene vigencia hasta hoy...y siempre.
“Hace cinco años hubo en Santiago una institución llamada “Recreos Infantiles” y que desapareció, no sé por qué causa. Tal vez la gente grave o
profunda, la que de puro buscar lo trascendental no hace ni lo mínimo, ni lo vulgar, no le prestó ayuda…Somos gentes con pretensiones de seriedad y el cómo los niños juegan, dónde juegan y qué
cantan, son para nosotros fruslerías, y rehusamos descender a esto que es lo pequeño maravilloso, lo pequeño que tiene infinita percusión en lo grande….Nuestra falta de alegría es inferioridad o
imperfección de alma. El alma alegre es la que conoce su destino celeste y su misión en la vida, la que, por saber mirar delicadamente el mundo, lo ve hermoso y sutil….”
Hoy, recuerdo esta nota, y me emociono nuevamente al transcribirla y compartirla. No dejen de leerla, por favor. Y tomen papel y lápiz. Es "resucitar" lo mejor de nuestro paso por
esta vida:
"Nombres de Dios
Puedes no creer en él, y nombrarlo. Agustín Squella en su ensayo “¿Cree usted en Dios ¿ Yo no, pero …” decía con certeza que Dios era un asunto lo suficientemente serio como para no
dejarlo exclusivamente en manos de los creyentes. Desmontaba Squella además la idea de que los ateos no creemos en nada. Podemos no creer en Dios, pero
creemos en otras cosas: en la belleza y en el amor, por ejemplo, en mi caso.
Un amigo me prestó un libro de Marguerite Yourcenar que se llama “Treinta y tres nombres de Dios”. Es un libro breve y precioso. Y estimuló un ejercicio entre más amigos en donde cada uno de
nosotros buscó treinta y tres nombres posibles de Dios, o lo que Yourcenar entendió que podía llamarse así a la falta de otra palabra que sintetizara eso que nos ocurre entre la vida y la muerte
sobre la Tierra o en sueños.
Escribí a toda velocidad, casi sin pensar, nombres de Dios. Asuntos divinos, misteriosos, mágicos, bellos, inolvidables, feroces: “La mesa de un café, distraída, sin horario. Esos cuatro partos
estelares. Dos amigos en silencio. Wislawa Szymborska. Recorrer una librería con las manos, sin un objeto preciso. Atrapar el sueño de la noche anterior y narrarlo. Árboles, su belleza. Encontrar
un amigo en el camino. Encontrar un libro en el camino. Leer. Escribir. Abrazar. Un asado con Julio Neme en Puerto Fonck. Tú. Algunos adioses. Hablar con el gato, acariciarlo, contenerlo.
Sorprenderme. Desplazarme. Ponerle punto final a un texto, y saber que no termina ahí. El libro 84, Charing Cross Road, de Helen Hanff. Los primeros besos a mi mamá cuando era niño. Escuchar con
Edite y Yuri en su casa de Paine las canciones de Marisa Monte. El teléfono de la muerte en la madrugada. Abrazar a mis hijos, abrazarte. Ser abrazado. Dejarse tocar. Dejarse tocar por una
palabra. Tocar. El arte. Amor al arte.”
Lo que escribieron a mis amigos es un tesoro que se convertirá pronto en un libro, la continuación de los treinta y tres nombres de Dios de Marguerite Yourcenar ahora desde una aldea remota del
sur del mundo llamada Ñuñoa. Botones de muestra: “La página en blanco del escritor furtivo. La suave voz interior que te libra del vacío. La leche nevada. El breve silencio entre dos
pensamientos. La copa de vino que sella un pacto. Aquel que venera a sus ancestros. El sombrero de mi padre en mi clóset. Un picaflor suspendido en el aire. El espacio entre ayer y hoy.
Terremoto. Tsunami. Grieta. Luz. Rayo. Lluvia. Atardecer en los trigales. Sopa caliente en un día de invierno. Primera naranja cosechada en mi jardín. Voz de Billie Holiday. Música de órgano.
Noche estrellada. El atardecer. La canela. La sonrisa descansada de los amantes. El juego riesgoso del pescador sobre el quiebre de las olas. La vida atrapada en una fotografía. La mano de un
recién nacido aferrada al dedo de su madre. El inolvidable olor de la cárcel de San Miguel. Reír sin control. El silencio que escucha. Niebla que baña las calles y la figura humana que emerge de
ella. Nervadura de una hoja seca. El hombre que vende verduras en la esquina, el que repara zapatos y la costurera. La última persona que mira la partida de un tren. El que se duerme y el que
vela su sueño. El que reza por un muerto. El joven vecino, estudiante de música, que con su talento ilumina mis tardes. El viento. Las manos del médico que extirpó el cáncer de mi nieta. La fruta
del verano transformada en mermelada de invierno. Un día sin trabajo. Que te sonrían de vuelta. Escalofrío. El abrazo que rescata del abismo.”
Merece la pena el ejercicio. Nombras y es como si iluminaras la habitación de tu existencia, y por extensión la de los que te rodean. Nombras y das vida. Nombras para no morir.”
Francisco Mouat
"Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que
eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi
un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba.
En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras con la escritura, no
se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas."
Julio Cortázar
Gris, un mundo donde se acepte lo dado como natural. Gris, un mundo donde el lenguaje no despliegue sus fulgores y sutilezas. Opaco y gris, un mundo donde la palabra sirva sólo para
los fines prácticos.
Buscar los dobleces de la lengua, sus múltiples sentidos, la puerta por la que se entra a lo que no se acepta de uno mismo, el arrebatado colorido de las pasiones, la riqueza de la
posible diversidad de las lecturas, es, a lo mejor en este momento, ir contra la corriente del sentido común. Salir de la letra muerta, buscar la vivacidad y la alegría de lo nuevo, de la
creación.
En un tiempo en el que se abrevian los mensajes, se compactan las palabras hasta convertirlas en onomatopeyas para arriarnos al gran Shopping que es la sociedad en la que vivimos,
volvemos al placer de pensar de preguntarnos, al simple y humano recurso de contar historias.

Hace 40 años, Jorge Luis Borges decía éste fragmento, y de su ser cuentista a mi ser cuentero le hace sentido y desafío. Hoy, a 27 años de su partida.
“No sé hasta dónde un libro, un cuento, puede referirse, siempre se pierde algo, salvo en el caso de textos muy breves; es decir, el libro aspira a la condición de la música, porque en la música la forma es el fondo y el fondo es la forma. Desde luego, yo puedo contar el argumento de un libro, y no puedo contar el argumento de una melodía muy sencilla, es decir, puedo simplemente repetirla, pero hay algo más en el libro de lo que puede ser referido, hay algo más en el libro de lo que puede ser referido, hay algo más en un libro que su índice, que su resumen: hay el libro mismo. Esto nos lleva al misterio central de la literatura: ¿qué es la literatura? Ante todo ¡qué extraña es esa idea del hombre de querer crear otro mundo¡ Ya Platón se asombraba de esto, un mundo de palabras, además del mundo de percepciones y meditaciones, de perplejidades, de angustias, de dudas. Eso ya es raro, pero además las palabras no sólo son su sentido.”

"El 25 % de los niños y niñas de 2º Básico que rindieron el SIMCE, no entienden lo que leen."
Terrible y temible balance, y si, el sistema educacional tiene que hacerse cargo, pero no menos que las madres y padres, los adultos todos. Como cuentacuentos y docente me hago cargo día a día de ser parte de la solución, sumemos gestos como los que en la ilustración se propone:
¿Qué gana Chile con reconocer sus lenguas indígenas ?
"La sociedad gana en valores, las nuevas generaciones serán más pluralistas, menos racistas, y si se interesan por aprender las lenguas indígenas y sus culturas, el país podrá avanzar en la construcción de su identidad, con sólidas bases en sus raíces históricas. Así el arte, la literatura,la cultura, las ciencias, serán más ricas, pues incorporan nuevas raíces, nuevas semillas, las de los conocimientos y valores de los pueblos indígenas."
Elisa Loncón Antileo, coordinadora nacional de la RED EIB (Red por los Derechos Educativos y Lingüisticos de los Pubelos Indígenas en Chile)
Salud Pública
- Por favor, urgente!!!, traigan
algo para sedarlo, ya es la tercera vez que intenta levantarse, quiero que lo seden y que no tenga ganas de salir de esta cama…
Las enfermeras corrieron por el pasillo, trajeron el aparato, lo conectaron y encendieron el
televisor.
Carlos Enrique Acevedo Pérez
" Escribir es como la profesión más vieja del mundo: al principio , lo haces porque te
gusta; luego lo haces por unos cuantos amigos y al final te dices a Tí mismo: "¡¡¡Qué demonios, podría cobrar por hacerlo !!! "
Irma Kalesh
"Puede decirse que existen dos tipos de mentes poéticas: una adecuada para inventar fábulas, y otra dispuesta a creérselas."
Galileo Galilei.
"Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras. A la inversa de un mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas."
Ernesto Sábato
"Un artista debe ser mezcla de niño, hombre y mujer."
Ernesto Sábato
"Ahora, todo lo que puede ser contado, cuenta; pero no todo lo que cuenta puede ser contado."
Albert Einstein
"La televisión es una prueba de que las personas son capaces de ver cualquier cosa a excepción de unas a otras."
Ann Landers
"Seymour le dice a su hermano que no le apunte tanto a la bolita:
- Si le pegas, ¿te vas a poner contento?
- Si.
- Si te pones contento es porque no estás seguro de que le vas a pegar."
Si uno aprende algo no se pone contento, tiene que haber incertidumbre para que haya alegría. Creo que no hay que apuntar tanto."
Marcelo Birmajer citando a Salinger.
Leo a Horacio Ferrer (poeta, tanguero, autor, entre tanto, de "La Balada para un loco") que acaba de cumplir 80 años:
"La juventud es un fenómeno espiritual. El decrépito puede ser el cuerpo pero la juventud es un fenómeno espiritual. Tengo un espíritu emprendedor y, para mi bien o para mi mal, sigo inventando cosas, sigo escribiendo y eso es perduración y vocación de una obsesión hermosa que se llama poesía. En este lugar mágico, tengo una bibliotequita de mis poetas predilectos y sigo leyendo poesía para seguir aprendiendo, porque su prodigio es insondable."
“El lenguaje es, entonces, aquello que nos hace seres diferentes del resto de las especies. Porque su existencia echa por tierra con los llamados del instinto, que nos impulsarían con su
fuerza a ir y tomar sin más lo que satisface la necesidad, y nos obliga a hablar, convencer, pedir, acordar y ceder para relacionarnos con los demás.
Pero la palabra también tiene un límite y nadie puede decir con... palabras todo lo que quiere. Siempre hay algo
imposible de ser dicho, algo que se pierde en la comunicación y que, por ende, resulta inasible. Y eso que no puede articularse por medio de las palabras, eso que no sabemos cómo pedir, dejará
siempre un resto de insatisfacción. El fruto de esa insatisfacción es, ni más ni menos, el que permite el surgimiento del deseo. Un deseo que en parte tiene que ver con lo que decimos, pero
también con lo que no podemos decir."
Gabriel Rolón. “Encuentros”
"La literatura es mentir bien la verdad."
Juan Carlos Onetti
"Voy a envejecer para todo. Para el amor. Para la mentira. Pero nunca envejeceré para el asombro. Siempre me seguirán asombrando las cosas esenciales."
Chesterton
"Mi madre contaba de la empleada de una amiga suya que peleó un día con sus patrones y dijo que no se marchaba inmediatamente, sólo porque todavía no había terminado de leer todos los libros de Eca de Quiroz que había en la estantería y que ella solía tomar prestados, para leer en sus horas de descanso. La patrona dijo que en ese caso le daría una colección completa y ella contestó:
-Si la señora pretende darme eso es porque debe de tener allí otros libros que son todavía mejores. No me voy mientras no los lea todos. ¿Usted cree que me va a engañar?"
Ana María Machado
"Buenas palabras, malas palabras"
"GOLPE"
- Mamá, dijo el niño ¿qué es un golpe?
- Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio.
El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo.
Pía Barros
"Dar un apetito
La faena a favor del libro que corresponde cumplir a maestros y padres es la de despertar la apetencia del libro, pasar de allí al placer del mismo y rematar la empresa dejando un
simple agrado promovido a pasión. Lo que no se hace pasión en la adolescencia, se desmorona hacia la madurez relajada.
Hacer leer, como se come, todos los días, hasta que la lectura sea,... como el mirar, ejercicio natural, pero
gozoso siempre. El hábito no se adquiere si él no promete y cumple placer.
La primera lectura de los niños sea aquélla que se aproxima lo más posible al relato oral, del que viene saliendo, es decir, a los cuentos de viejas y los sucedidos locales. Folklore,
mucho folklore, todo el que se pueda, que será el que se quiera. Se trata del momento en que el niño pasa de las rodillas mujeriles al seco banco escolar, y cualquier aliento que se le allegue
debe llevar color y olor de aquellas leches de anteayer."
Gabriela Mistral
"Soy un error, es cierto. Pero todo escritor es un equívoco a esta altura del milenio. Además, existen cada vez menos elementos para juzgar a un escritor, porque la literatura es algo
que está cayendo en desuso. Antes, cuando el mundo latía al mismo ritmo que la literatura, se escribían libros para gente que había nacido en una casa e iba a morir sin salir de ese pueblo.
Entonces el escritor tenía la responsabilidad de inventar para ellos el resto del mundo. Debe haber sido una gran época."
Rodrigo Fresán.
Decisión
Al llegar al andén del metro, la mujer la descubrió. Miró alrededor y confiada se agachó a recogerla, entonces un hombre gritó:
- ¡ Es mía...!, solo quiero saber si salió cara o sello, por Dios, solo eso...
Ella lo vió, tenso y descompuesto, sentado con el cuerpo fuera sobre la baranda superior y volvió a la moneda. Dudó. Gritó:
- ¡Cara!
Entonces el hombre apretó los labios, cerró los ojos y se desplomó hacia dentro, justo cuando dos guardias se acercaban.
Al guardar la moneda la mujer tembló al sospechar, otra vez, que la vida dependa de una mentira."
Carlos Enrique Acevedo Pérez
"estos edificios acaban de construirse
y ya se ve gente aburrida
asomada a los balcones"
Nicanor Parra
Leo una entrevista a Adriana Valdés, escritora, ensayista y extraigo una declaración extraordinaria que me conmovió, pero para ser justo, tomo dos partes más, al principio y al final, para
completar mejor la historia de su relación con el poeta Enrique Lihn:
- Nosotros nos quisimos mucho y terminamos muy mal, nos separamos mal. Me dolió mucho, pasé dos años pésimo. Estuvimos juntos entre 1974 y ...1981 y fue una relación intensa, de mucha paridad intelectual y mucha piel. Nos entendíamos sin palabras y eso fue hasta el final.
Las pasiones llegan como terremotos y Enrique fue un terremoto, un vendaval que me cambió la vida. Esas cosas suceden: se produce un impacto. Él tiene un verso muy lindo que dice: “Una muchacha
cayó en otro mundo a mis pies”. Es ilustrativo, porque cuando se cae con un poeta, caen muchísimas muchachas en otro mundo a sus pies. Y la cosa se ordena, pero sólo si hay conexión
profunda.
- Me pasó algo lindísimo cuando lo conocí. Me imaginé esos mapas en que Tú ves un corte vertical en el mar y peces nadando. Los de la superficie son coloridos y juguetones. A medida que
bajas, los peces se van volviendo oscuros y terribles. Sentí que, antes de conocerlo, yo vivía en la superficie. Ahora iba bajando y nadaba en las profundidades del mar, pero ¡por fin respiraba!.
Descubrí que yo era un pez de las profundidades, era ahí donde cubría mis verdaderas necesidades. Se lo debía a él.
- Rehice mi vida con alguien con quien fui feliz. Así y todo, nos seguíamos viendo porque fuimos grandes amigos: él iba a mi casa, pero yo jamás pude ir a la suya, no quería verlo con otra
persona. Años después, cuando enfermó de cáncer y supo que iba a morir, me llamó y me pidió que lo cuidara. Era muy desconfiado y a mí me tenía una confianza ciega. Además conocía mi gran
capacidad práctica. Para mí fue un gran regalo, uno de l os mayores que he recibido. Enrique tenía dudas y me dijo: “¿Cómo te voy a pedir esto a Ti?”. Yo le contesté: “Escucha bien, porque te lo
diré sólo una vez. Uno tiene 50 mil relaciones en la vida, pero ¿con cuántos dedos de cuántas manos cuentas Tú las personas absolutamente decisivas en tu vida? Si no te puedo ayudar, quiere decir
que nadie tiene derecho a cuidar a nadie y más vale que nos vayamos todos al infierno”.
Nada se pierde, todo se transforma.
En medio de su pobreza, ella llora al escuchar "te amo" y recibir las flores. Para entonces, otra mujer ríe y le cuenta a una amiga de su negativa, un hombre llora por la propuesta rota y el
ridículo de su amor en disfraz de flores que arroja donde el vagabundo, entre la basura, las encuentra y las entrega a la mujer que llora mientras le escucha decir: "te amo".
Carlos Enrique Acevedo Pérez
Del último libro (regalado) que llega a la "familia" de mi biblioteca personal:
"Sientes por mí,
piensas por mí,
decides por mí.
Amor + fusión = confusión.
Sé cuanto me quieres,
pero tú no eres yo.
Si aprendes, te desprendes,
y yo puedo ser quien soy.
Verás como florece
la esencia de los dos."
"- Dice Wittgenstein: "lo que no se puede decir, hay que callarlo."
- O decirlo sin decirlo, dejándolo que se filtre por las grietas y el silencio del poema."
Roberto Juarroz
"La pregunta que más desosiega al escritor de ficciones es: "¿Cómo escribe?". Hubo un tiempo en que yo intentaba responderla formalmente; era más joven y había escrito menos. Hoy, con honestidad, y acompañada por las voces altas o tímidas de todos los narradores, contesto: "Como puedo". No es una declaración de incompetencia. Es, por el contrario, uno de los pocos agrados que trae la madurez: saber qué se puede. Creo que el verdadero aprendizaje de un escritor es la exploración de sus debilidades y sus fuerzas. que la convicción hace el estilo. Que un método se adquiere gradualmente, entre entusiasmos y arrepentimientos."
Vlady Kociancich
"Corrió y corrió como si en eso se le fuera la vida, y se la quedó. Y ahí, acurrucado vientre adentro, gozaba el ámbito orgánico del placer de estar siendo vida, dejando atrás todo ese pasado de espermas luchando por ser algo más que células muertas. Así, único, fue dándose al milagro de crecer lentamente, casi pasivamente si no hubiera sido por las voces que desde dentro podía escuchar que hablab...an de ojalá que fuera varón, macho recio, que mejor mujercita, que no, que hijo de tigre, que sería una muñequita, que no hay bolsillo que aguante, que yo en tu caso no lo tendría, que qué irresponsabilidad, que puta que huevea en la noche, que si lo tenían calculado, que chau a la disco los sábados, que con lo difícil que está la situación, que sea lo que dios quiera, que sea sanito, que ni se te ocurra que lo llamaremos como tu madre, que olvídate que se llamará como tu padre,, que habría que pensar en un padrino con plata, que como diablos fue que te olvidaste la pastilla, y entonces el líquido se deslizó por una rotura en la bolsa de su hogar y como pudo apretó sus manitos, agarrándose de lo que fuera por no querer salir, por quedarse para siempre ahí calentito, seguro, y una mano enguantada que lo intenta tomar de la cabecita y él la evita y patalea fuerte y las convulsiones y sus uñitas arañando todo, aferrándose, y las hemorragias y una punta de acero filosa que rasga el vientre materno dejando entrar una enceguedora luz y el frío, mucho frío y ya lo sacan y él no quiere y sus manitos ya no pueden forzar más su estadía feliz y desesperado se enreda en ese cordón que asfixiándolo lo va salvando."
Carlos Enrique Acevedo Pérez
"Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fuí caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también
cuánto tarde en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo ...abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún
yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde lo había guardado, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la
felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire...Había en mi orgullo y pudor. Yo era una reina
delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un extásis purísimo.
Ya no era una niña con el libro: era una mujer con su amante."
"Felicidad Clandestina" Clarice Lispector.
"La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra un samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura."
Roberto Bolaño
Comienza la semana y como si fuera poco el ser escuchado, el hacer imaginar, reir, el ser aplaudido, el firmar autógrafos, tres "regalos" marcaron el día:
1: Al bajar del escenario, un niño de sexto básico no dice nada, se acerca, me mira y extiende sus brazos hacia adelante, los sube y baja, asintiendo con la cabeza.
2: Otro niño me despide de mano y al darse vuelta dice: "...bueh, hay que volver a la realidad."
3: Vuelvo a mi bulín, en la micro un niño de unos cinco años sube con su abuela, se para frente a mí y me mira fijo, dice:
- Yo...¿lo conozco a usted?
- No sé, quizás... - contesto.
- Ahhhh, si, si, si, Usted es el que estaba en el "museo de las artes", ¿verdad?, yo fuí...
"Museo de las artes" fue su forma de decir biblioteca o centro cultural, ¿importará? No se lo dije, sólo me despedí. Y él feliz. Yo también.
"...el imaginario sopla donde puede y sin lugar específico se instala en la vida...una práctica que evoca la del niño que hace un trozo de madera un caballo o de un trapo una bandera: la denominación de las cosas, separadas de su eficacia funcional, se abre a todo aquello que le propone el azar y remite al dinamismo de la creatividad de la que ya no son únicos depositarios el arte y la cultura."
Jean Duvignaud
"No recuerdo época en mi vida que no haya sido marcada por la palabra.
Por eso; yo nunca podría dejar de escribir.
Y tampoco podría dejar de contar. Pero como una prolongación de mi escritura. Porque si buscando las palabras me busco, contando las palabras me cuento."
Graciela Cabal
"Mejor escribir para Ti mismo y no tener público que escribir para el público y no tenerte a Ti mismo."
Cyrill Conolly
A un hombre (Extracto)
"Quiero contar una historia real y me sucedió hace poco. Una persona a quien no conocía se acercó a saludarme. Me dijo que especialmente su marido leía unas columnas que escribí. Había sobre todo
un párrafo al que él, antes de morir, volvía siempre leyéndoselo en voz alta: se refería a la piedad, y se
decía allí que sólo para que otros no tuvieran que morir por amor se escribió “Romeo y Julieta”, y que para que nadie tuviera nunca más que arrojarse a la línea del tren, impulsada por una
sociedad implacable, es que León Tolstoi escribió “Ana Karenina”. Poco a poco, mientras me hablaba, sus ojos habían comenzado a nublársele. Es esto: su marido se suicidó hace dos años y medio y
el hijo de ambos hoy tiene quince años. Él no pudo - me dijo -, luchó, pero no pudo. Luego, como en un llanto mudo, me preguntó si yo tenía conciencia de lo que podía llegar a provocar en los
demás. No lo sé, no lo sabré tal vez nunca. Solo sé que esos ojos desconocidos estarán siempre en el fondo de todas las hojas en blanco que yo quiera llenar, es decir, en el fondo de mí,
mirándome. Solo sé, y esto a duras penas, que en esta época endurecida no tenemos mucho más que palabras cada vez más débiles y frágiles, para preservarnos los unos a los otros del horror y del
vacío. Si solamente a él, a ese hombre, le hubieran servido, si solamente algo de mí, de lo que yo escribí sin saber, hubiese podido tomarlo, abrazarlo y expulsarlo de sí mismo, de su infeliz
conciencia, no sería solo esa vida la que se habría salvado sino la mía. Pero no, nada de esto nos ha impedido el dolor. En este tiempo duro nos quedan apenas las palabras y yo no supe hacer uso
de ellas. Es esa vida entonces, esa vida concreta que tenía una mujer y un hijo que hoy tiene quince años, la que le reclama a este mundo, a esta tierra, a esta alegría hueca y paranoica, el
derecho a su nueva vida.
Porque no tenemos mucho más que estos sonidos, que este bien delicado de nombrarnos y decirnos. Sin embargo, cada vez con mayor estrépito, infinidades de discursos lanzados por parlamentarios
insulsos, por empresarios, por embajadores, por comentaristas, por tribunos hablando del “bien del país”, infinitamente banales, infinitamente vacíos, infinitamente nada, nos están robando las
palabras, nos las están gastando, es decir, nos están privando del amor que quieren decirnos. En este ruido general no hemos podido, no supimos cómo preservar esa vida. No supe decirle que nadie
podía suplantarlo en su sufrimiento, que su dolor no podía ser el mío, pero que finalmente estaba allí, con mis palabras, para al menos ayudarle a soportarlo, porque en este torrente inacabable
de las cosas, todos estamos conformados por la misma materia de hálitos y de sueños. No pude, no supe cómo decirle que tal vez existía un sentido y que todos los escritos, absolutamente todos los
poemas que se han hecho, fueron hechos solamente para que él, un hombre no sufriera.
Es eso, vivimos en una época bárbara porque lo único que en verdad poseemos nos está siendo arrebatado. La compasión que quiero y que quieres decirme y por la cual los desconocidos, aunque con
los ojos muy empañados, se reconocen en la noche. Es ese sentido de todas las palabras; digan lo que digan y nombren lo que nombren, ellas nacieron para que cruces las sombras acompañado del
respiro de los otros, del aliento y de la pasión de los otros, como quien atraviesa un mar, reconociéndose.”
Raúl
Zurita
"Porque todo arte es la búsqueda de esa belleza capaz de agrandar la condición humana."
Rosa Montero
"Nuestra guerra era leer doce horas seguidas. Nuestra guerra era ver cinco películas seguidas. Nuestra guerra era ignorar la realidad que nos rodeaba, borrarla abriendo los ojos lo más
posible."
Rodrigo Hasbún en "Conductas erráticas".
"Poco a poco, mi papá me fue contando una historia larga de desalientos y utopía y me decía que yo debía heredar, sobre todo, la esperanza."
Osvaldo Soriano en "El Negro de París".
"¿Quieres saber cuál es el gran drama de mi vida? Que he puesto mi genio en mi vida y nada más que mi talento en mis obras."
Oscar Wilde
"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo."
Fernando Pessoa
¡ Glup ! Después de meter en la "licuadora" a Lacan y Hegel, la antropología de Levi-Strauus y la lingüistica de F de Saussure, Eduardo Gomberoff concluye:
“Hablamos como sujetos deseantes, gracias a que el objeto del deseo nunca está a la mano, y gracias a ello podemos desear. El objeto está perdido para siempre desde que hablamos. La palabra es la
muerte de la cosa nombrada. Por eso que el amor, entre
otras cosas, es imaginario y nunca estamos satisfechos, lo mismo ocurre con la sexualidad. El deseo y lo sexual está siempre vinculado a eso que se pierde. ¿Dónde lo vamos a ir a buscar? En las
palabras. Freud no da medicamentos porque con las palabras intervenimos en el cuerpo, en las conductas. Con una operación de palabras podemos hacer sonrojar a alguien, con una palabra podemos
hacer rabiar a una persona o también hacerla liberar hormonas. El cuerpo reacciona sexualmente gracias a las palabras. Entonces de ahora en adelante la sexualidad, lo erógeno, no tiene nada que
ver con lo biológico, es un hecho de palabras. Por lo tanto, el deseo es sexual por el hecho de hablar.”
"Eso es lo que siempre he soñado, Mister...llevar un poco de belleza a los grises y monótonos rincones del alma. Se puede hacer con un tostador, con un poema, tendiendo la mano a un
desconocido.
Dejar el mundo un poco mejor de como lo he encontrado."
Paul Auster en "Tombuctú"
"Hubo un tiempo en que era normal las palabras en un hilo para guiarlas y evitar que se extraviaran por el camino hacia su destino. Los tímidos solían llevar un carrete en el bolsillo, pero la gente pensaba que también los necesitaban los audaces que hablaban a gritos, porque muchas veces los que están habituados a ser oídos por muchos no saben hacerse oir por uno solo."
Nicole Krauss
"Siempre que veas a alguien que da la impresión de estar afligido, a alguien ausente, casi desventurado, piensa: tal vez es uno que anda en busca de la belleza, desde el fondo, y que de pronto
empezará a resplandecer: el poeta."
Peter Handke
"Posibilidades del náufrago: hallar una tabla de salvación o convertirse él mismo en una tabla de salvación."
Roberto Juarroz
"Parra, dice un cercano, sigue escribiendo todos los días, buscando la pureza del lenguaje: "Escribe una cosa y la reescribe mil veces".
Aunque esa es una idea que mantiene desde hace años.
Parra anota las frases de los niños y de la gente humilde y se las aprende de memoria. Es lo que él llama el discurso infantil y el discurso limítrofe. De su nana antigua, Juanita Ramírez,
recogió la palabra Tata y la usó en la traducción del "Rey Lear". Recuerda expresiones como "apagalú", que fue la primera palabra que pronunció su hija Colombina, y "guatete", que fue como el
"Tololo" expresó su alegría de niño, colgando de una baranda sobre un cerro."
Reportaje a Nicanor Parra.
"¿Cuál es la cualidad que más aprecia en una mujer?
- La inteligencia y la bondad, igual que en los hombres. En tercer lugar el humor, aunque si hay inteligencia y bondad el humor se da por añadidura."
Entrevista a Roberto Bolaño.
Y si no estoy contando o jugando, estoy estudiando, elaborando, y si de niños y jugar se trata:
"...el imaginario sopla donde puede y sin lugar específico se instala en la vida...una práctica que evoca la del niño que hace un trozo de madera un caballo o de un trapo una bandera: la
denominación de las cosas, separadas de su eficacia funcional, se abre a todo aquello que le propone el azar y remite al dinamismo de la creatividad de la que ya no son únicos depositarios el
arte y la cultura."
Jean Duvignaud
"La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra un samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el
valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura."
Roberto Bolaño